Ya se habría acostumbrado a los puntos rojos que escupia todas las noches. Y aunque fuera sorprendente escupir puntos rojos, desde la primera vez que los vio se sintió único. Todo fue que lo llevaran sus padres al doctor y que éste empezara los análisis de los puntos rojos y que le recetara unas pastillas blancas para aplacar un poco el color de los puntos. Los padres le recomendaban todas las noches que lo miraban dirigirse al baño que se tomara una de las pastillas, y el niño lo hacia sin más remedio un tanto irritado y aburrido, porque los puntos rojos le daban como una felicidad necesaria cada día. Era como si eso lo divirtiera de tal forma que no le buscaba más explicación que la creciente necesidad de ver rojo. El color rojo le gustaba desde que estaba en el kinder. Recordó a la maestra con su rostro maravillosamente maquillado y vio sus labios rojos que le decían como pintar el centro de una manzana. La imagen acaso se habría esfumado por un infinito número de colores conocidos por la vida, pero ahora le regresaba nítida y lo relacionó enseguida con el sabor dulce y el aroma inconfundible de la fruta. El doctor le preguntó ese día si había comido muchas comidas rojas y, la madre se adelantó a responder que su dieta principal era de vegetales, y sin esperar reacción de parte del doctor, como si quisiera justificarse, dijo que sus comidas eran verdes por el contenido de espinaca y ejote. Y era cierto. Tenía tanta añoranza por los pimientos y los tomates y las fresas, pero la madre quitaba del menú ordinario todo lo que tuviera el color rojo. Luego de unos análisis el doctor encontró el motivo de los puntos rojos, y lo dijo a los padres en secreto “el niño tiene puntos rojos dentro del cuerpo, esta inevitablemente infectado por el color”, y agregó “a esa edad es muy extraño que suceda eso, he visto a viejos con un diagnostico infeliz, pero a niños de seis años hasta hora”. Los padres alarmados fueron conducidos por el médico hasta su oficina y finalmente les entregó las placas de rayos x con los puntos rojos en todas las áreas del tórax y alrededor del corazón.
- ¿Será por lo menos algo que se cure por medio de terapia, o atención doctor?
- Deben de probarlo todo, si es necesario prueben con la magia –les dijo y, no parecía bromear, en realidad el doctor se veía asustado al confesarles los limites de la medicina en una sola frase.
- Esta bien doctor –dijo el padre, y no hizo más preguntas hasta la puerta del hospital –. Y si nada funciona ¿Qué nos aconseja?
- Si nada funciona pueden hacer lo que hacen muchos cuando pasan por una situación tan grave, pueden hacer una asociación de gente con puntos rojos –dijo el doctor, sin notar el desencanto en ellos.
El doctor Duchamp era un hombre seco de imaginación y logró dormir aquella noche sin que lo molestara la incertidumbre de los puntos rojos. Pero los padres que estaban conviviendo con el problema soñaron con ellos, y cada uno por su lado se despertó alternativamente contando la pesadilla que ahora los desvelaba. La madre resolvió por la madrugada llevar al niño con un mago, un brujo o un Shaman del Africa. El padre, dejando en la mesa de noche un libro sobre psicología infantil, cansado ya, trataba de convencerla de que nada era mejor que recomendarlo en las manos un gran psicoanalista. Al final los dos vieron el amanecer y les pareció de pronto el sol como una enorme confirmación de que el mundo también estaba muy enfermo de puntos.
- ¿Será por lo menos algo que se cure por medio de terapia, o atención doctor?
- Deben de probarlo todo, si es necesario prueben con la magia –les dijo y, no parecía bromear, en realidad el doctor se veía asustado al confesarles los limites de la medicina en una sola frase.
- Esta bien doctor –dijo el padre, y no hizo más preguntas hasta la puerta del hospital –. Y si nada funciona ¿Qué nos aconseja?
- Si nada funciona pueden hacer lo que hacen muchos cuando pasan por una situación tan grave, pueden hacer una asociación de gente con puntos rojos –dijo el doctor, sin notar el desencanto en ellos.
El doctor Duchamp era un hombre seco de imaginación y logró dormir aquella noche sin que lo molestara la incertidumbre de los puntos rojos. Pero los padres que estaban conviviendo con el problema soñaron con ellos, y cada uno por su lado se despertó alternativamente contando la pesadilla que ahora los desvelaba. La madre resolvió por la madrugada llevar al niño con un mago, un brujo o un Shaman del Africa. El padre, dejando en la mesa de noche un libro sobre psicología infantil, cansado ya, trataba de convencerla de que nada era mejor que recomendarlo en las manos un gran psicoanalista. Al final los dos vieron el amanecer y les pareció de pronto el sol como una enorme confirmación de que el mundo también estaba muy enfermo de puntos.
Guatemala 3/2/98
2 comentarios:
Muy "adoc" el cuento con el lindo dibujo. Me quedé pensando en el color rojo.
Si, que gracias por leer estos relaticos, en realidad no me gusta el cuento, se parece a CARTA A UNA SEÑORITA EN PARIS, por lo menos el principio. Saludos Miss Trudy.
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