A los siete años me inscribieron en una escuelita en la zona 5 que se llamaba Escuela República de Nicaragua. Era amarilla, con ventanales de fibra de vidrio. El director era Ernesto Ponce Saravia, un caballero que además de los ojos verdes y una bien ganada fama de locutor, era uno de los directores más sobresalientes de la zona. El patio de la escuela era grande, con una pila en el extremo, a la par de los baños. Los profesores y maestras eran de los mejores. Ahí, en primero primaria, conocí a la Seño Amanda, una maestra estricta, a la que sólo una vez la vi enojada conmigo y eso me bastó para ya no olvidar la tarea. En ese tiempo, los profesores tenían de esas reglas de madera y era común que con ella atemorizaran a los insurrectos. Algunos de mis compañeros, desde primero primaria hasta sexto, eran unas firmitas. El Jorge, era un chico que en tercero primaria ya nos contaba a todos que había estado con una mujer y recuerdo muy bien como nos contada de cada parte de la mujer desnuda con la que había estado; el hermano del Chiri, nos hablaba historias de suspenso, de cómo el y sus papas se escapaban de la policía en cada cateo y de donde guardaban la marihuana que luego vendían. Es lo bueno de estudiar en una escuela que estaba ubicada a unos metros de la Iglesia del Padre Chemita, a unas cuadras del Edén o de la famosa Limonada, y tan cerca de mi casa. Pero yo era de los estudiosos. Con unos amigos de la colonia Abril nos disputábamos las mejores notas. También me gustaban las chamuscas, los juegos de cincos en el campo de la iglesia, y tenía una tendencia particular a coleccionar insectos y hojas de árboles, era mi pasatiempo secreto, junto con una formula para hacer pólvora que compartíamos con un compañero que se llamaba Ludwin. La escuela llevaba el nombre del país en donde se había radicado un tío nuestro. Se había casado con una mulata que se llamaba Francisca, que había logrado que vivieran en Nicaragua y no en Guatemala como el lo hubiera querido. Participo en política en Nicaragua, y ha sido el único de los tíos que ha tenido una muy marcada posición socialista. Hace poco lo recordaba en la conversación con Winston González en la que recordábamos también a Julio Cortazar y sus visitas fraternales a Managua en la época de verdadera lucha. Nicaragua de Rubén Darío, poética, monumental, con su lago gris y sus casas en ruinas, les mando un saludo desde acá, mi trinchera favorita.
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3 comentarios:
Saludos, mucho gusto, meda gusto y mucha alegría, ver esto que escribió, acerca de la escuelita en la zona 5, me iso recordar muchos momentos bellos cuando yo hera un niño, y estudiaba en la república de Nicaragua, gracias
Que gratos recuerdos
Pues que les diré, esto de la escuela me trae mucho recuerdos chistosos
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