Hace más o menos diez y nueve años, quería ser mayor, pintar un gran lienzo y hacerle el amor a la mademoiselle que pasaba todos los días con un aura de diosa corrompida. Tres años después ya no jugaba fútbol por la calle, me encerraba a leer y estaba a punto de ser predicador para siempre. Un año más tarde un amigo poeta me prestaba mi primer cassette de Rock. Dos horas después oía Nirvana a todo volumen. Tres meses más tarde otro amigo me prestaba mi primer cassete de REM y el Desintegration de The Cure. Eran buenos tiempos. Trabajaba en Sol y Luna, una librería a la par de la Bodeguita del Centro, cuya dueña era una norteamericana de ojos azules con más de medio siglo de experiencia en la sonrisa. Era agradable y podía ser muy solidaria con muchas causas, pero por alguna razón de sangre, es lo que me imagino, le terminé cayendo tan mal que me despidió. Ahora sólo me da risa, el problema fue porque no me salían las cuentas y no le atendía muy bien cuando me hablaba. Lo peor de este episodio, no fue el disgusto con Megan Thomas, sino con Simón Pedroza, quien me había recomendado. Creo que se enojo conmigo por mucho tiempo y, en mi actitud irresponsable decidí no volverle a hablar, así paso el concierto grandioso de libertad de expresión en el que Giovanni Pinzón leyó:
“Sordo canto/tardeces en mis oídos/ tu música/cuando corre el viento enredo de montañas/ríos rumorando cristal conectando árboles con estrellas/ en lo que dura su verde parpadeo/y mis herbívoros ojos siguen metidos en el abismo de esta oscuridad celeste salpicando los compases del pentagrama vitrinal de un latido/excelsos en el mar de luz prestos a correr la cortina de montañas”
Trabajaba para una agencia de publicidad en la que el director creativo era hijo del dueño y me habían contratado nada más porque era amigo de uno de los cerebros más prometedores para la publicidad. Unos meses más tarde estaba sirviendo mesas en un restaurante donde realmente era buena la comida y tenían la inocencia lúdica de tener un trencito encerrado en una vitrina para deleite de todos, porque también a los mayores les gustaba ver los pequeños arbolitos en toda la línea de rieles con su estación en miniatura. Fue ahí donde pude hablar con Giovanni Pinzón y le conté que me había interesado mucho su filosofía. Iba con una rubia delgada y sencilla que bien podría ser un rayo de sol. Giovanni, como siempre he comprobado en la gente grande, me invito a su café. Un año más tarde trabajaba en una sala de impresión digital donde yo era el principal. Diseñaba y escribía mis primeros relatos. Me había vuelto un bon amie de todos los músicos y creo que por eso no me enteraba de nada concerniente con la literatura. Fue en ese tiempo que en casa de un buen amigo, que ya había publicado en la mítica editorial X, oí los primeros acordes de una canción de Pearl Jam. La canción estaba en un disco llamado Ten, era Black, una canción oscura pero que llevaba toda la esencia de lo que yo sentía en lo mas remoto de todas mis pesadillas. Y, aunque ahora ya sé ingles, ya entiendo la letra, aún no he llegado a entender porque todavía me conmueve. Pero así eran esos años para mí. Me sentía un poco desamparado, tanto que una tarde que iba solo para un cine en la zona 13, me senté a llorar bajo un árbol. Esos años sufrí por puro gusto, talvez por egoísta y narciso. No sé, talvez era un pequeño monstruo, o un simple maldito. Lo cierto es que, como escribió Javier Payeras con profunda lucidez, los noventas fueron una belle merde oussi pour moa.
3 comentarios:
MENTIRÍA SI DIJERA QUE ME IDENTIFICO CON EL MOVIMIENTO, AUNQUE LO POCO QUE HE OIDO DE PINZÓN, LO CONSIDERO UN MAESTRO, SU LETRA TIENE MUCHA POESÍA Y FILOSOFÍA. BIEN RELATADO.
El poema es Simon, bueno, ahora ya nos hablamos, lo vi en las cien Puertas una noche y nos bebimos unos vinos comiendo pan con queso mozarella, hablamos de poesía, llego el Neco de La Tona con una playera rota y con un olor a Viejo Mundo que me pareció ofesivo...jajaja, era buena honda la Australiana que andaba con él, pues los noventas fueron traumaticos para mi, creo que en ese tiempo si era escritor...jajaja
Fueron buenos tiempos. Esos recuerdos cuando yo los cuento, siempre me preguntan ¿y quién es Pearl Jam? ¿Cuando se murió ese de Nirvana pues? ¿Y era bueno Bohemia?
Ah, eso se puede explicar, pero vivirlo no tiene precio.
Publicar un comentario