viernes, 22 de marzo de 2013

La nuit blanche/ Caminando.



Luego de una lluvia bendita de tres o cuatro horas, desde las ventanas parecía que no era un día para el evento llamado infinitamente La Nuit Blanche. Yo, que por tantos hilos de la fortuna amo la literatura francesa y que algunas confunden con un deseo ciego por caminar por Champs-Élysées; fui a caminar, no por esos campos lejanos y extintos del mejor glamour existencial y llenos de restaurantes carísimos y vitrinas fúnebres, sino a esa calle sencilla y real donde queda, entre otras maravillas, el Museo del Niño.

            Primero que nada, había un tráfico vial que invitaba a caminar. Caminé desde la Avenida Reforma, pasando por el extrovertido Reloj de Flores y me adentré en los arcos que delimitan parte del zoológico La Aurora y el aeropuerto que lleva el mismo nombre de esta mítica finca. Al llegar ya había dejado de llover, y me sentí transportado a una feria, a una gran fête. Al entrar a la Alianza Francesa donde tengo tantos amigos bohemios y urbanos, me recibió Elizabeth B. con una degustación de un vino francés. Hablamos viendo los corto-metrajes, luego fuimos al museo de arte moderno que para mi es uno de mis favoritos. Ya saben todo lo que uno puede sentir viendo un cuadro, golpeando el iris. Me gusta comentar eso. Magda Eunice por ejemplo, es todo un tema. Pero el museo al que no había ido jamás, era el de Historia Natural.

            Lo que me pareció extraordinario fue ver a familias enteras admirándolo todo, niños, adolescentes de colegio comiendo o bailando en la calle, personas adultas y otras más adultas, disfrutando de un momento en esa república de la libertad y el arte que se había vuelto esa calle después de la lluvia. Una señora detrás de mi le comentó a sus hijas “les parece que no hay frío, la noche se puso tibia”.  En efecto, la noche terminó siendo perfecta.

            Había exposiciones de pintores en las afueras de la Alianza Francesa, además de las actividades de la municipalidad, que colaboraban con el orden y la seguridad del lugar. Un mundo así queremos, pensé.

Luego de todo, había buses para los que íbamos de peatones disfrutando de los placeres de la pobreza, el aire fresco, los shucos, el paisaje nocturno de un momento que realmente se hizo con algún deseo universal de inteligencia.

La nuit blanche, traducido quiere decir una noche sin dormir.

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