El único mundo que conocí fue el de los libros...
Afuera, Javier Payeras.
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Afuera tu no existes sólo adentro...
Caifanes, Afuera.
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Afuera tu no existes sólo adentro...
Caifanes, Afuera.
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De nuevo atando la poesía con la
narrativa, va emergiendo de las sombras una manita, pequeña, que lleva un lápiz,
que lleva un impulso poderoso y solitario. Son como crayones, algo del color de
esas tardes en soledad inmensa y profunda donde la intensidad de ser uno contra
todo, ante otros de más edad y carisma, se acumula entonces en la hoja un hilo
de tinta negra como sangre oxidada, como delimitando un ente, un cuerpo.
Afuera de Javier Payeras, me retorna a mi mismo. No es la
primera vez. Soledad Brother también me parecía estar escrito en claves que fácilmente
deducía. Y es extraño cuando uno se desdobla, cuando la escritura no es
solamente espejo abierto, sino ventana prismática. Estoy seguro, o casi, que
este libro breve, al que tan solo me bastaron tres horas entre el almuerzo y
retorno al trabajo, se perfila como una metáfora de los otros que somos todos:
un padre que se va, una madre que resiste, un niño que no tolera en lo más mínimo
su papel de victima.
Hoy recibí de Magna Terra, varios libros para venderlos en bares culturales de la ciudad, Xela y Panajachel, y entre ese equipaje, llegó un libro que buscaba por algunas
librerías y me parecía, como otros me han parecido, casi para un tiempo que
todavía no me llegaba. Leí el libro en estas circunstancias: afuera, con diez
quetzales en la bolsa, luego de dos cigarrillos, feliz de tanta nostalgia
metida en 44 páginas escritas en el año 2005; imagino, desde un escritorio en
casa, bajo todo el silencio de la madrugada, cigarro tras café y más trabajos
alimenticios.
La mano sobresale ahora con un ademán de partida, el rostro
del niño se desdobla desde adentro.
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