martes, 16 de febrero de 2010

CIELOS FALSOS (I)

Ayer entré por fin a un grupo de Alcohólicos Anónimos. Tantos chistes que había escuchado sobre eso. La cortina era de color verde. Metí la cabeza y pregunté si podía pasar. Fue un momento interesante porque se me quedaron viendo por un instante que pudo volverse eterno. Una de las señoras que estaba sentada en medio de todos me invitó a pasar. Luego otro señor se volteó y me saludó amablemente. Un señor, como de sesenta años, compartía sus experiencias desde un estrado donde estaban grabadas en letras brillantes las dos A. El hombre relataba, pausadamente, su experiencia con el alcoholismo. Era canoso y moreno. Al terminar, un hombre, quizás el más distinguido de todos, dio lectura a la tercera tradición. “Si hay alguien entre nosotros que tenga problemas con el alcohol, póngase de pie o simplemente levante la mano”, dijo. A mi no me costo trabajo levantar la mano. Todos aplaudieron y el turno de hablar le tocó precisamente a la mujer mayor que me saludará al principio. Era bajita. Me dio la bienvenida y se extendió describiendo la felicidad que sentía ahora que ya no bebía. Pero me pareció bastante afectada por la melancolía. Le di las gracias en voz alta por la bienvenida. El hombre que estaba sentado en el escritorio al fondo anotaba algo en un papel. Pudo ser mi nombre en algún orden alfabético. Luego subió un joven de playera blanca. Mal hablado, pero franco. Me sirvieron café. Una joven morena paso con un canastito de pan. Luego me di cuenta que todos eran mal hablados pero absolutamente sinceros. Uno de todos era retórico. Habló de las infinitas posibilidades con las que un alcohólico se excusa ante el mundo. Dijo que yo era muy joven y no podía precisar si fuera alcohólico o no. Otro que paso era un orador nato. Y tenía una cualidad especial: sabía hacer reír a la gente. “Al alcohólico no le gusta ni mierda, que los patojos como gritan, que la mujer no los cuida, puta, pero en la cantina, risa y risa”. Decía todo esto con el mayor de los descaros, dándome la bienvenida a cada rato y mirándome con un desdén interesante, mientras hablaba de su mal caracter y de los sintomas cotidianos del borracho. Habló, al final de su grandioso discurso, de sus borracheras de meses, que había pedido dinero en la calle aprendiendo a temblar para despertar la compasión de las señoras que iban al mercado, habló de que dormía en carros abandonados y despertaba a plena calle, todo esto, desde que le dijo a su mujer, una tarde, que iba por cigarros.

Precius, Depeche Mode.


3 comentarios:

Alfonso Huerta dijo...

Pero no vayás a comenzar con proyectos tipo Fight Club

Dorian Lima dijo...

Solo por 24 horas maestro, y pensé que el sábado nos tomaríamos unas gallos.
Salud.

Lester Oliveros dijo...

Qué honda Alfonso, pronto pondre en acción algo más violento que la pesadilla de Palaniuk, el karma...jajaja.

Dorian Lima: mandeme señales de humo brother, por cierto, que buena honda su cuate mano, todo un aventurero afortunado.

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