Pana existe, lo que ya no existe es el lago.
Vemos pasar con Tití a tres coreanos con grandes cañas de pesca y uno más joven conduciendo su bicicleta con cuatro pescados con un hilo entre las agallas. Los pescados son verdes y tienen tres ojos, el tercer ojo que tanto predijo Lobsang Rampa. Dicen los habitantes de Panajachel que se oscurece la mente al comer pescado con tres ojos.
Recuerdo brevemente la noche de la Calle Santander, los pocos lugares abiertos por la falta de turistas. Nuestro fallido camino al lago, y desde ese café Sunset, ver en medio de la oscuridad una fila de bejucos naciendo del agua negra. El encuentro de nuestras miradas en el restaurante fantasma donde los únicos comensales éramos nosotros. Lo recuerdo de día, recostado sobre la cama del hotel. Recuerdo, le digo a Tití, los caza-sueños colgados del techo, y el asombro de los dos al oír música romántica mientras observamos sendos platos con todo lo que nunca nos imaginamos. Incluso vemos el decorado: flores del paraíso hechas con rodajas de zanahoria y remolacha sobre una base de pepino. Encantados empezamos a comer dándonos mutuamente comida en la boca y degustando un vino de caja estupendo. El amor no se puede explicar, pero lo que tengo bien claro es que si dos se quieren profundamente, la fortuna les acompaña. Dormimos recónditamente luego de un cigarrito con todo el ritual que le antecede.
A la mañana siguiente, fuimos a ver el lago. Cantidad de peces pequeños desbordaban hasta la orilla, tan crecida que casi tapaba las torres de los salvavidas. El agua era verde y las algas no se veían. Una docena de peces hurgaba el agua cuando les tiramos pan. Nos tomamos fotos todavía. Luego fuimos por nuestras cosas al hotel para llegar a tiempo a Sololá para el festival Tu Corazón Florece.
II
Cuando llegamos a Sololá tuve el agrado de conocer a Ángel Poyon. Joven pintor de Comalapa. Me contó de la gran sorpresa que se llevó al ganar el Juannio, y que su trabajo es de línea directa con los primeros pintores del lugar, que además son famosos. Tití iba vestida con un corte rojo fuego, una blusa blanca de hilo, una chacana con los cuatro puntos cardinales del cielo, y en la mano su cámara de 3.5 megabites. En un momento, se metió entre toda la gente hasta llegar a la primera fila, y luego la vi perderse y saludar a su gran amiga Rosa Chávez en el escenario, poeta y organizadora, que conocía directamente a la familia Guarcax. Radio Ati cubría el evento por radio y televisión, así como varias televisoras independientes, entre ellas TVMaya. Carteles de colores con la fotografía de Lisandro Guarcax adornaban el frente del escenario. Puede ver, desde la grada, atrás de todo el mundo, las diferentes bandas de Hip Hop y Rock que cantaban en kaqchikel o tzutuhil. Jessica Masaya y Ranferí Aguilar se acercaron a saludar. Horas después pude darme cuenta que el proyecto Hacedor de Lluvia es fabuloso. Hacía entrar en trance cósmico a todos, y esa intervención, de una canción que llevaba el nombre del proyecto, interpretada sin un instrumento, más que sonidos del cuerpo y un par de bolsas plásticas.
También cantó Neco de La Tona que andaba con un sombrero de Indiana Jones y una sacola larga como de asesino de vampiros.
Esperamos mucho para ver en vivo al grupo Soltz`il. Ya Tití me había hablado mucho de ellos, pues también los conocía de antes. Eran casi las cuatro de la tarde. Una nube gris cubría todo. Desde donde estábamos podíamos ver muy bien los barriletes gigantes del escenario, a la Rabín Ajaw presentando al grupo y, en eso un estruendo. Sin palabras. El latir del corazón del tambor. Instrumentos hechos por ellos mismos para la guerra. Tambores de varios tamaños. Sonidos de pájaros buscando su rama, jugueteando antes de anunciar la noche. Tambores bombos que sonaban entramados al final del grito. Grito prolongado de animales terrestres iracundos, reclamando con sus colmillos, garras y estridencias sonoras la devolución de su propia paz, de cada pedazo iluminado de su hermano muerto por las manos de la injusticia. Tambores sonaban con fuerza. Sonoridades variables. Se acostaron al suelo, se hincaron, no dijeron una sola palabra en el furor de la tarde nublada. Pude presenciar la furia interior como un ritual para matar con su arte de luz a las sombras de la memoria. Lisandro miraba el fuego y el lago como en sueños y cada tambor y cada sonido del grupo lo hizo presente como un manojo de luchas gritando siempre como un chisporroteo del fuego. Fuimos a dar el pésame a los padres de Lisandro y me di cuenta que ahora, como por encantamiento, el papá se parece tanto a Lisandro y no al revés.
El embajador de Noruega Lars Vaagen. Un hombre alto, parecido al actor Jean Dean, caminaba por la calle distraído, sin guardaespaldas ni parafernalia, que hasta pasaba desapercibido. Cuatro meses antes, un grupo de artistas guatemaltecos fueron a Noruega a un festival, que imagino grandioso, después de lo que presencie. Lisandro Guarcax iba en el grupo que fue a Noruega. Supe que el embajador estaba apoyando a la familia. Estaba con ellos desde un día antes del festival Tu Corazón Florece.
Todo se desarrolló de una forma hermosa. Yo no lo conocí, pero me adherí a su memoria y su arte. Tu corazón florece en cada sonido de tambor y citara nativa de Sotz´il amigo Lisandro.
III
Esto sólo puede decirse de esta forma. El regreso fue mítico. Sorteando la bruma espesa, como si fuéramos viajando a través de nubes, viajando al riesgo de caer siempre caer. No mirábamos nada. El carro de Sandra iba lento. Tuvimos que empezar a cantar cancioncitas para niños. Íbamos cantando los elefantes se columpiaban sobre la tela de una araña, pimpón es un muñeco, amigo Fénix cuando llegues al cielo, en el bosque de la china, y todo para bajar la presión de lo insólito. Un camión en un desvió, dejó que pasáramos para seguirnos, estaba perdido el conductor. Los derrumbes por un lado, y sin carretera del otro. Íbamos leyendo cada letrero, cada señal, cada flecha a los desvíos, que por suerte estaban puestos correctamente. Iba asustado, pero tomado fuertemente de la mano de Tití. Recordamos la canción de The Smiths: There is A light That never goes out. Nos besamos. Salimos, después de momentos críticos, de la inmensa nube blanca o gris y seguimos cantando otras canciones, hasta llegar a las rancheras y reímos un poco. Gracias vida.
Leste G. Oliveros
Vemos pasar con Tití a tres coreanos con grandes cañas de pesca y uno más joven conduciendo su bicicleta con cuatro pescados con un hilo entre las agallas. Los pescados son verdes y tienen tres ojos, el tercer ojo que tanto predijo Lobsang Rampa. Dicen los habitantes de Panajachel que se oscurece la mente al comer pescado con tres ojos.
Recuerdo brevemente la noche de la Calle Santander, los pocos lugares abiertos por la falta de turistas. Nuestro fallido camino al lago, y desde ese café Sunset, ver en medio de la oscuridad una fila de bejucos naciendo del agua negra. El encuentro de nuestras miradas en el restaurante fantasma donde los únicos comensales éramos nosotros. Lo recuerdo de día, recostado sobre la cama del hotel. Recuerdo, le digo a Tití, los caza-sueños colgados del techo, y el asombro de los dos al oír música romántica mientras observamos sendos platos con todo lo que nunca nos imaginamos. Incluso vemos el decorado: flores del paraíso hechas con rodajas de zanahoria y remolacha sobre una base de pepino. Encantados empezamos a comer dándonos mutuamente comida en la boca y degustando un vino de caja estupendo. El amor no se puede explicar, pero lo que tengo bien claro es que si dos se quieren profundamente, la fortuna les acompaña. Dormimos recónditamente luego de un cigarrito con todo el ritual que le antecede.
A la mañana siguiente, fuimos a ver el lago. Cantidad de peces pequeños desbordaban hasta la orilla, tan crecida que casi tapaba las torres de los salvavidas. El agua era verde y las algas no se veían. Una docena de peces hurgaba el agua cuando les tiramos pan. Nos tomamos fotos todavía. Luego fuimos por nuestras cosas al hotel para llegar a tiempo a Sololá para el festival Tu Corazón Florece.
II
Cuando llegamos a Sololá tuve el agrado de conocer a Ángel Poyon. Joven pintor de Comalapa. Me contó de la gran sorpresa que se llevó al ganar el Juannio, y que su trabajo es de línea directa con los primeros pintores del lugar, que además son famosos. Tití iba vestida con un corte rojo fuego, una blusa blanca de hilo, una chacana con los cuatro puntos cardinales del cielo, y en la mano su cámara de 3.5 megabites. En un momento, se metió entre toda la gente hasta llegar a la primera fila, y luego la vi perderse y saludar a su gran amiga Rosa Chávez en el escenario, poeta y organizadora, que conocía directamente a la familia Guarcax. Radio Ati cubría el evento por radio y televisión, así como varias televisoras independientes, entre ellas TVMaya. Carteles de colores con la fotografía de Lisandro Guarcax adornaban el frente del escenario. Puede ver, desde la grada, atrás de todo el mundo, las diferentes bandas de Hip Hop y Rock que cantaban en kaqchikel o tzutuhil. Jessica Masaya y Ranferí Aguilar se acercaron a saludar. Horas después pude darme cuenta que el proyecto Hacedor de Lluvia es fabuloso. Hacía entrar en trance cósmico a todos, y esa intervención, de una canción que llevaba el nombre del proyecto, interpretada sin un instrumento, más que sonidos del cuerpo y un par de bolsas plásticas.
También cantó Neco de La Tona que andaba con un sombrero de Indiana Jones y una sacola larga como de asesino de vampiros.
Esperamos mucho para ver en vivo al grupo Soltz`il. Ya Tití me había hablado mucho de ellos, pues también los conocía de antes. Eran casi las cuatro de la tarde. Una nube gris cubría todo. Desde donde estábamos podíamos ver muy bien los barriletes gigantes del escenario, a la Rabín Ajaw presentando al grupo y, en eso un estruendo. Sin palabras. El latir del corazón del tambor. Instrumentos hechos por ellos mismos para la guerra. Tambores de varios tamaños. Sonidos de pájaros buscando su rama, jugueteando antes de anunciar la noche. Tambores bombos que sonaban entramados al final del grito. Grito prolongado de animales terrestres iracundos, reclamando con sus colmillos, garras y estridencias sonoras la devolución de su propia paz, de cada pedazo iluminado de su hermano muerto por las manos de la injusticia. Tambores sonaban con fuerza. Sonoridades variables. Se acostaron al suelo, se hincaron, no dijeron una sola palabra en el furor de la tarde nublada. Pude presenciar la furia interior como un ritual para matar con su arte de luz a las sombras de la memoria. Lisandro miraba el fuego y el lago como en sueños y cada tambor y cada sonido del grupo lo hizo presente como un manojo de luchas gritando siempre como un chisporroteo del fuego. Fuimos a dar el pésame a los padres de Lisandro y me di cuenta que ahora, como por encantamiento, el papá se parece tanto a Lisandro y no al revés.
El embajador de Noruega Lars Vaagen. Un hombre alto, parecido al actor Jean Dean, caminaba por la calle distraído, sin guardaespaldas ni parafernalia, que hasta pasaba desapercibido. Cuatro meses antes, un grupo de artistas guatemaltecos fueron a Noruega a un festival, que imagino grandioso, después de lo que presencie. Lisandro Guarcax iba en el grupo que fue a Noruega. Supe que el embajador estaba apoyando a la familia. Estaba con ellos desde un día antes del festival Tu Corazón Florece.
Todo se desarrolló de una forma hermosa. Yo no lo conocí, pero me adherí a su memoria y su arte. Tu corazón florece en cada sonido de tambor y citara nativa de Sotz´il amigo Lisandro.
III
Esto sólo puede decirse de esta forma. El regreso fue mítico. Sorteando la bruma espesa, como si fuéramos viajando a través de nubes, viajando al riesgo de caer siempre caer. No mirábamos nada. El carro de Sandra iba lento. Tuvimos que empezar a cantar cancioncitas para niños. Íbamos cantando los elefantes se columpiaban sobre la tela de una araña, pimpón es un muñeco, amigo Fénix cuando llegues al cielo, en el bosque de la china, y todo para bajar la presión de lo insólito. Un camión en un desvió, dejó que pasáramos para seguirnos, estaba perdido el conductor. Los derrumbes por un lado, y sin carretera del otro. Íbamos leyendo cada letrero, cada señal, cada flecha a los desvíos, que por suerte estaban puestos correctamente. Iba asustado, pero tomado fuertemente de la mano de Tití. Recordamos la canción de The Smiths: There is A light That never goes out. Nos besamos. Salimos, después de momentos críticos, de la inmensa nube blanca o gris y seguimos cantando otras canciones, hasta llegar a las rancheras y reímos un poco. Gracias vida.
Leste G. Oliveros
Fotograía:VICTORINO TEJAXÚN
Tema de The Smiths Aquí
2 comentarios:
Hola Lester
que gusto fue verte en el festival
gracias por la crónica
buena onda
un abrazo
Lucha
Lucia, me falto comentar otros royos, me encanto saludarte, y verte por el parque jugando con tus dos hijos mientras se transmitia el programa y todo en armonìa. Te mando un abrazo, nos vemos siempre.
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