viernes, 1 de abril de 2016

LISTADO IMPRESINDIBLE -



Me preguntaron ayer por una lista de libros fundamentales. En el momento pensé en dos o tres. Alguien, no recuerdo quién, aconsejaba cuatro libros fundamentales.
1.- El quijote de la Mancha de Cervantes.
2.- Ulises de James Joyce.
3.- La guerra y la paz de Tolstoy.
21. Las Mil y una Noches, relatos árabes.
Esta lista deja por un lado al libro americano por excelencia, es decir, ese libro que desarma, arma y sintetiza la historia nuestra:
4. Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez.
5. Paradiso de Lezama Lima.
6. La Región más transparente de Carlos Fuentes.
7. Rayuela de Julio Cortázar.
Pero aunque esta lista pareciera suficiente, falta una de mujeres brillantes:
8. El segundo Sexo de Simone de Beauvoir.
9. Zona prohibida de Alejandra Pizarnik.
10. Frankenstein Mary Shelley.
11. El diario de Ana Frank.
Por otro lado hay tres poetas, y ese ya es a mi gusto, que considero que habría que leer:
12. Canto a mí mismo de Walt Witman.
13. Canto General de Pablo Neruda.
14. Jardín en Vano de Leopoldo M. Panero.
También están esos libros adolescentes que ponen la duda y la chispa:
15. El principito de Saint Exupery.
16. Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carrol.
17. Las aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain.
Eso y algunos libros peligrosisismos:
18. El Guardián entre el centeno de J. D. Salinger.
19. Demian de Herman Hesse.
20. Los Cantos de Maldoror de Isidore Ducasse o el Conde de Lautremont.
22. La Biblia.
31. Ruido de Fondo Javier Payeras.
De autores Guatemaltecos, yo tengo una lista pequeña, la mayoría basada en la amistad:
23. Arbitraria Muchedumbre de Pablo Bromo.
24. Diccionario Esotérico de Maurice Echeverría.
25. Central América de Julio Serrano.
26. Soledad Broder de Javier Payeras.
27. El guardián de la caída de agua de H. Akab`al.
28. Fe de Rata de Juan Pablo Dardón.
30. El Popol Vuh (traducción de Sam Colop).
32. Escalera a ninguna parte de Alan Mills.
33. CafeínaMC (segunda parte, la fiesta y sus habitantes) de Wingston Gonzáles.
34. Sonidos Plural de Simon Pedroza.
35. El megadroide morfo contra el Samurai Maldito de Julio Calvo.
36. Poetas Astronautas de Carmen Lucía Alvarado.
37. Las Flores de Denisse Phé Funchal.
38. El perro en llamas de Byron Quiñonez.
39. La oveja negra y demás fábulas de Augusto Monterroso
40. Lunas Sucias de Eduardo Villalobos,
sería el punto final, los años que tengo. Y… sí, una pregunta difícil de responder sin dejar aún un montón de boquetes en la vida de uno y la infinita historia de eso que se llama leer y que nace de eso otro que se llama escribir. Saludos Miguel Solares, para vos un gran abrazo.

TURISMO INGRATO-



Por una razón bastante extraña me quedé una noche entera a las puertas del hospital Roosevelt, que por cierto, se le han caído las letras SE. Pero eso tan solo es el comienzo de una crónica que me cambió la forma de ver las madrugadas. No diré más que lo que vi, ni enlazaré paralelo a esto las deficiencias en los dos hospitales nacionales de mayor cobertura, simplemente me centraré en algunos detalles.
7:00pm. Llego y me siento un rato. Va a ser una noche larga. Hay cuida carros, uno de ellos grita desde los cien metros hasta donde yo estoy. Su voz implica una disfuncionalidad. Es aguda y ríe con todos mientras saluda descontroladamente. Pero es amable. Igual a él, un veterano con cara de santo antigüeño, es decir, español barbudo y gracioso, que también me da las buenas noches. Parece investigar a qué llego o qué estoy haciendo allí sentado, con cara de no se den cuenta de mí. Le respondo algo y se aleja contento, sube las gradas, encuentra un plato con algo de comida y se lo come sin reparar en nadie, luego se acuesta allí mismo y se queda dormido.
Me entretengo viendo las paredes de vidrio tapizadas con información importante, requisitos para los donadores diarios de sangre. Se lee que no deben estar desvelados y los demás requisitos que ya explicaré. Mientras tanto ya ha llegado a la puerta principal una señora mayor y una más joven que parece es su familiar.
8:00pm. Han llegado hasta donde yo estoy dos señores. Uno lleva unos cartones y el otro una mochila desgastada. Me saludan y pronto me doy cuenta que uno de ellos, moreno y de unos cincuenta años, delgado y arterial, habla detalles de una noche anterior. El otro busca en su teléfono una canción. A la par de ellos están los teléfonos públicos. Parecen esperar el momento de ir a dormir. Me levanto un rato y veo que salen muchos trabajadores del hospital, señoras y estudiantes de medicina, practicantes. Los espera un bus que originalmente debe servir de ambulancia. Imagino que por su seguridad, los llevan hasta algún lugar cercano para que tomen su transporte directo a sus casas. Me lo confirman esos mismos señores que platican sobre canciones. Entre eso me comparten algunos comentarios, por ejemplo que ya hay cuatro personas haciendo cola en la puerta principal, y que son donadores de sangre, que deben llegar a esa hora bárbara para entrar en los primero lugares al otro día, a las cinco de la mañana que empiezan a recibirlos.
Hay una cafetería dentro del hospital que no cierra en toda la noche. Los señores me cuentan que las puertas del hospital las cierran. A lo lejos veo la garita de Emergencia del hospital y una ambulancia que solo con las luces intermitentes anuncia su urgente entrada.
9:00pm. Se detiene una Pathfinder color negro frente a las puertas principales del hospital. Un hombre abre la puerta trasera y junto con una mujer madura, rubia y con un aspecto agradable, empiezan a repartir pastel, hamburguesas y café, a los primeros que se acercan. Ella misma llama al muchacho que cuida carros. Este llega riendo y la abraza. La señora le ofrece pastel y se adelanta hasta las gradas, a regañar en broma al veterano que se ha despertado al fin. Le reclama que por qué volvió a tomar. Pero el hombre no ha tomado, solo se le adelantó el sueño, le cuenta entre risas. Todos comen pastel. El cuida carros es apodado “el tío”, y ahora recibe de regalo la caja todavía con algunos pastelitos, que el reparte entre la gente en lo alto de las gradas que le reciben con gratitud, aun disculpándose, pero él insiste y comparte lo que le han dado. Pequeña fiesta de luz en un lugar tan duro.
Los dos señores que esperan irse a dormir, concretan que después de esa cena ya están listos, o casi, ya que se les une otro personaje, uno con facha de vendedor, pero que en realidad es un señor que visita iglesias en busca de caridad, y que por esa razón rechaza una hamburguesa que le pasa regalando “el tío”. Nos cuenta que está en ayuno. Yo me sorprendo cada vez más.
Han cerrado ya las puertas del hospital, solo se ve como los practicantes entran y salen a intervalos de la cafetería.
10:00pm. El viento allí golpea como si fueran olas invisibles, frías y cortantes. Se siente usted solo, pues si todavía no lo está, lo estará. Algunos se recuperan, pero hay allí adentro enfermos, gente que va a pasos lentos. En lo alto se ven las luces aún encendidas para hombres y mujeres que cierran los ojos aun soñando. La gente trata de inventarse otra realidad conversando.
10:10pm. La cola frente a la puerta ha sufrido cambios, ahora la primera señora se ha sentado. Ella lleva en una bolsa un termo con café, le ha servido a su hija una taza. La hija platica con alguien que ha llegado, dicen que tienen que llegar tres donantes y uno en la madrugada, son para alguien de su familia que va a ser operado. Ya hay ocho y todos van como preparados para el asunto ese de dormir en el sueño para amanecer allí mismo, frente a esa puerta y ser atendidos primero.
11:00pm. Han hecho buena conversación entre ellos, alguna cierta amistad. Se van conociendo, con forme la noche cae los sonidos, hasta los más leves se vuelven relevantes y las conversaciones se oyen todas. Ya hay tente sentada hasta el otro extremo y algunos han puesto sus mantas o petates y se han recostado, todavía platicando, mientras les llega el sueño. La señora, la primera comenta con determinación que ella llegó desde las siete de la noche y que todos deberían ir dándose cuenta que número les toca. Pero en realidad la señora no quiere que nadie se vaya a pasar de listo o lista.
12:00pm. Antes de recostarme contra el vidrio, he caminado hasta la puerta de la Emergencia, hay muchas personas esperando allí información sobre sus seres queridos que han ingresado en las últimas horas. Siguen llegando donadores de sangre. Entre los requisitos que piden esta no llegar desvelados, pero lo que veo es que algunos no duermen bien.
El cuida carros va y viene pero no cuida los carros, está más preocupado, según veo en observar a los muchachos que fuman o inhalan dentro de un parque, frente al hospital, al que nadie debería entrar de noche, ya que lo cierran con candado. Los muchachos, aparente mente, se saltan la malla metálica sin ninguna pena. Pero “el tío” solo mira sombras, allí adentro todo está oscuro.
1:00pm. Llegaron unos señores a regalar café y pan dulce. Reparten tratados y bendicen a la gente. Ya la mayoría de los que están en lo alto de las gradas duerme.
4:00pm. Oigo voces de gente ahora alrededor mío. Me dormí un rato. Siento los ojos hinchados y las manos frías. Los pies adormecidos, el pelo de la cabeza granizado. La cola de donantes es larga. Dicen entre ellos que solo dan cincuenta números y, siempre se queda mucha gente reclamando la larga espera para nada. Entonces la señora del principio de la puerta, que ha velado toda la noche, cuenta que ella llegó tarde el día anterior y que por eso su exageración en el tiempo. Algunos ya esperan la madrugada cubiertos completamente.
4:20pm. Un señor, que ha pasado cubierto de la cabeza a los pies como capullo, se levanta. Dobla sus sábanas y recoge su alfombrita de lana que ha llegado hasta allí con la bandera de la necesidad del recurso médico. La historia de la alfombrita me retumba en la cabeza, podría ser un bonito cuento para le tiemble a uno el corazoncito. En el mismo lugar, pero sin cobertor y sin chamarras, se acuesta otro señor, un poco más joven y por eso me da confianza.
Le pregunto que por qué llegó allí. Me cuenta que iba bolo después de tomar con sus compañeros de trabajo. Por la hora, se aventó del bus, sin advertir que venía, a la par y a mayor velocidad, un carro. Salió volando y paró inconsciente hasta que llegó al hospital.
- No sé si los bomberos me robaron la billetera porque no la tengo, ni el celular… pero tengo todavía estos trescientos quetzales que me escondí en la ingle –dice un poco desconcertado.
- Todo debió haber revirado lejos por el golpe, a lo sumo los primeros que llegan y te aparentan auxiliar se llevan las cosas –le digo, y agrego más… –o sea que ahora si te debe estar esperando tu mujer con el molinillo.
- Ya la llamé, me dijo que esperara que amaneciera.
5:00pm. Todo esto lo platicamos y de pie frente a la puerta principal. La cola de personas, del lado nuestro también empezó a crecer y la gente se aglomera. Falta poco para que abran, los donadores se preparan. Hay una cola larga de gente en silla de ruedas. Señores empujando la sillita de su mujer y al contrario. Gente con una sola pierna apoyada a una muleta de madera. Ojos entreabiertos. Caras tristes y preocupadas. Una señora que llevan brazos, luego la abrazan porque se queja y su queja me duele a mí también.
Los donadores son muy necesarios, las condiciones ya las he relatado. Pero además hay mucha gente que se va aprovechando a poco de su necesidad. Venden agua pura a un precio mayor y en esa madrugada fui testigo de que las vendedoras se pelean a palabrotas delante de los pacientes que esperan impacientes.
Luego de toda una noche viendo más de cinco ambulancias a toda velocidad buscando la entrada, un herido que llegaba del interior y lo tuvieron esperando en la ambulancia más de una hora, gente tratando de contar cosas alegres para reír en vez de volver al trillado tema de la falta de medicamentos. Por alguna razón las madrugadas me parecen allí aliadas de alguna conspiración, muy bien planificada para que la gente baje la cabeza y sienta vergüenza de no tener un billete grande para un sanatorio.

lunes, 8 de febrero de 2016

Agua Dulce/ Attico//Arte Pop / Museo Carlos Merida




Agua Dulce/ Attico
Fabiola Aguirre expuso una serie de collages en uno de los bunkers de la galería El Attico. En primer lugar destaca la experimentación de dos géneros: el grabado y superposición de diferentes texturas en diferentes tipos de papel. Se ve el cuidado que puso en la selección de los materiales, pero además el azar encauzado a respetar la lógica sumaria de un alternado orden musical.
La serie de grabados parecen tener un tema en común: un pez Carassius auratus del orden de los Cypriniformes, llamado por la mayoría goldfish. Una imagen que genera inmediatamente una conexión interna con ciertos espacios cotidianos y más directamente en instantes domésticos. Este pez fue introducido para cría doméstica en Europa hace casi tres siglos, su forma es alada y pareciera que en lugar de nadar, flotara como medusa subconsciente en las mentes de los espectadores. El pez en este caso no está en una pecera, está libre entre un entramado de formas geométricas, viaja sobre el color, sobrevive entero con todas sus facultades submarinas.
Será mi muy fácil y excitable imaginación, el vino tinto que corría inagotable, o el buen día que hizo, pero pude ver la habitación llena de burbujas.


Arte Pop / Museo Carlos Merida
Acercarse a los precipicios. Eso es, dejarse embaucar por Andy Warhol y luego encontrar una telaraña de Jasper Johns y su bandera, hasta gravitar en las atmosferas de Frank Stella y luego encontrar un respiro abominable en Richard Anuszkewcz, para quedar encantado finalmente por Willem de Kooning, que pensé era entonces una mujer mutilada. Hubiese querido ver un Roy Lichtenstein en los volantes por lo menos.

jueves, 28 de enero de 2016

UN MODELO DE FAMILIA



Fue en el año 2014 que necesité facturar algunos trabajos, que recurrí a mi padre. Un personaje fantasma, nunca estuvo en mi infancia y así en adelante hasta ahora. Así que para empezar no sabía ni cómo tratarlo. Fue entonces que recurrí a una mezcla de sátira y gracia para poder sobrevivir cierta carga que todavía sobrenadaba en toda el agua estancada. Lo encontré muy tranquilo, vestido como siempre de traje de colores neutros, pero no fue eso lo que me sorprendió, sino lo que me interesó mucho más fue su sobriedad.
Solo él sabía hacer esos trámites que a mí me estorbaban, solo él tenía ese carácter para hacer largas colas y hablar con empleados mal encarados, burócratas empolvados y secretarias desinteresadas en cubículos de información. Y así fue que terminé con un número de Nit. El trabajo que hacía y, para el que necesitaba las facturas, era la revisión de libros de texto en una editorial. Que terminé haciendo en una computadora de la casa de mi hermana y su esposo. Fue así como tuve todo el tiempo del mundo para hablar con los hijos de papá, que por extraño que me pareciera por aquellos días, me eran tan familiares por muchas razones, tal vez demasiadas, que para entonces en dos o tres días ya era parte del clan.
Pero ellos, no solamente eran amables, estaban tan extrañados como yo de lo extraordinaria que es la sangre. Yo feliz, riéndome de las coincidencias. Tenía suficientes temas que guardar para escribir. Esa es, aunque parezca rarísimo, una familia unida, pensé. Como hermanos, entre ellos se habían apoyado instintivamente, buscando la mejor forma, el mejor modelo de hábitos, para ser mejores en la vida.
Entre ellos, me agrado reconocer el esfuerzo de la madre, con todo y la gracia que me daba recordar ciertos eventos del pasado, que luego de tantos años, ya eran postales borrosas de una época vital y maravillosa. Porque lo que vivieron era la vida y esa no contiene dos caras, solo una y es la de la buena fortuna de la existencia.
Una de mis hermanas, muy cristiana, por esos días inauguro una iglesia aparte de las reuniones en su casa todos los miércoles. Junto con su esposo tenían la buena costumbre de invitarme a las reuniones. Yo escuchaba desde la computadora. Permanecía en ella todo el día, a veces la mitad de la noche. Todo ese año dormí en un sofá cama y por las mañanas miraba a los hijos más pequeños de mi hermana pasar volando para subirse al carro de alguien que los llevaría al colegio.
Luego me levantaba y desayunaba con la madre y una de sus nueras. Me hacían preguntas que yo respondía con tanta franqueza que parecían mentiras. Hacíamos bromas sobre todo, creo que en el fondo sabía que estaban viendo un holograma.
Sin embargo los recuerdo como una familia unida, un modelo que me enseñó, sin que ellos lo supieran a ver con otros ojos a la familia de mi madre. Si uno ríe, todos ríen, si uno llora todos buscan como ayudar. Eso era, no sé si fue un sueño, pero ese pasaje, con sus altibajos y topes fue una buena escuela.
Ah, por cierto, papá sigue durmiendo, creo.
*Este texto es de ficción cualquier parecido con la realidad es pura casualidad.

sábado, 23 de enero de 2016

Lettre d'un main à l'autre.


Todo corre hacía un solo mar.
Revienta el horizonte en luz.
Me llega el verano a través.
Eres como una mano desnuda.
Una mano que escribe y sueña
con volar en cuando empiece la noche.

Like a star of your mouth.

No somos de metal.
Somos una letra en metamorfosis.
Un par de ojos y boca
que subleva un píxel.
Infantiles al jugar con restos de un idioma.

Niña princesa
vocal rumor de ti misma y la playa
rozas con silencios la herida de la vida.

These naked as your hand.

De vuelta al mundo.
Coronas con tu presencia y tu lengua.
Si puedes convertirte en distancia.
Si puedes conciliar este sueño que te sueña.

Así sea…

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...