lunes, 16 de diciembre de 2013

Carta a un padre adolescente

 Entre la risa y la muerte

Rebasar el sueño es despertar en otros. 
El concierto era el título en tus ojos.
Siempre las cosas que queremos decir
se esconden.
Hay callejones terribles en tu mapa.
Los puntos suspensivos
la risa pagana
el desvestir
el cerrar las cortinas
y lo negro.

Alguien se ahoga y goza.
Purpura la sangre espera
gritar como un niño
los cielos azules
tus labios rojos
el pirata en la pantalla lunar
el mar plástico
el sueño de la modernidad.



Carta a un padre adolescente

La verdad que es dificil vivir con tanta libertad.
O vivir sin ella.
Se te cierran los labios.
Pareciera que no tuvieras amigos.
Algunos te presienten muerto.
Otros te prestan dinero sin que se los pidas.
Otros te dan consejos.
Lo tenes todo pero no levantas los ojos.
Tus pobres padres te dan lo último que tienen.
Luego mueren apenados, o no se mueren.
Solo esperan la hora
el día
el segundo
el instante preciso en el que tu grito se mezcle entre los perros.

La verdad es dificil no saber que le pasa a uno.
pudiendo morir en paz
lleno de días
vas por allí pidiendo la muerte.

Otros siguen.
Se van a casa y cenan con sueño.
Luego se duermen y se sueñan cenando.
Mucha libertad también puede parecer otra carcel.

Tema 2: La pelota.

Veo a dos niñas jugando con sus trastecitos. 
Muy animadas. No pueden moderar sus gritos para hablarse una a otra. Es el trip, son felices así, así organizan su juego. Su rol. Un niño se acerca y lo separan con una mirada pero el, imposible o rebelde, se adelanta. El papá le dice, nene ahora ellas van a jugar de puntos, es una competencia, vamos por la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota. la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota. la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota. la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota. la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota. la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota. la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota. la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota. la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota. la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota. la pelota, la pelota, la pelota, la pelota, la pelota. 
Todavía estoy oyendo el eco.

jueves, 12 de diciembre de 2013

LA CALLE ES GUERRA





Wingo Joaquin Meduso, el detective de policia, pensaba que una noche antes había tenido un sueño terrible, una pesadilla. Le contaba a un colega que soñaba que entraba a un cuarto que más parecia un orinal de putas, había una mesa al medio y dos muchachos sin camisa, tatuados, como en extasis, con filosos machetes, descuartizaban a una persona en pedazos muy pequeños. Recordaba que una señora mayor observaba la escena y al verlo entrar le dijo "ya ve usted, esto le pasa a los hijos mal portados". Lo dijo con una naturalidad escalofriante. Al fondo otro joven le ponía a la otra víctima un tubo en la aorta y le daba vueltas a un grifo muy lentamente, mientras el agua corria por sus venas limpiadolas, hasta otra mangera en el pie derecho donde iba saliendo a presión toda la sangre espesa, que poco a poco, mientras corría por todos lados iba aclarandose hasta terminar siendo un fluir de agua pura con algunos coagulos.
- Acaban de encontrar una bolsa llena de eso que soñaste.  
- ¿Qué?
-Si, me sorprende detective que no se haya enterado, pero esa es la noticia pricipal. Pero, solo es algo que se relaciona mucho con lo que me acaba de contar.
- Faltan cuatro días para navidad
- Eso ya no importa ahora, no estamos asegurando que es el fin del mundo, pero por lo menos para esas gentes el tiempo ya se les acabó.
- La calle es guerra - dijo Meduso, y se fue con su café frío.

domingo, 17 de noviembre de 2013

TELETRANSPORTACIÓN I



                Desaparecer es aparecer en otros lados, en otras circunstancias, necesarias, quizás muy necesarias. Uno se preocupa un poco. Porque eso de desaparecer de un cuarto y aparecer en otro es como tele-transportarse y hasta con otro nombre.
Pero no, uno sigue siendo el mismo aunque se pulverice. Uno es cada vez más uno mismo de esa forma fantasma, en cuanto, para los demás uno termina siendo cada vez más inminentemente otro.  Es parte de esa vida difícil en la que uno no puede quedar bien con todos por no poder ser omnipresente.
Habrá momentos en los que ese personaje invisible, en esos lugares intente llegar tal vez como un murmullo de palabras aprendidas. Recuerdos de momentos. Es como ensayar morir. Esos que desaparecen tan pronto son aquellos que desconocen esas leyes inmutables y confían en cierta transitoriedad corporal.
Cierro los ojos y todo se vuelve imaginario. Sueño que voy por una calle que se alarga demasiado hasta tenderse como cuerda. Esa cuerda es ahora una larga transparencia en la que yo mismo cruzo.
Los demás cierran los ojos y me desvanezco.  No se puede saber completamente todo, todo el tiempo. Desaparecer es ignorar una parte, dejarse llevar por otras palabras a punto de desaprenderlo todo.
Todos somos intermitentes y con eso quiero decir que he visto que no se puede estar eternamente presente, sino que otros nos mantienen vivos en esa materia gris que se llama mente.
Soy la huella en la arena de la playa, pero mi cuerpo no está. Soy el agua, el aire, el diamante, todo lo transparente, lo que puede al darse vuelta lograr un flash. Toman la foto y solo aparece el bajo relieve de dos pies sumergidos en la tierra. Soy el nuevo hombre invisible.
Lo que pasa es que la gente quiere a menudo desaparecerse por un momento y olvidarse de todo. A mí me pasa lo contrario, ahora que me siento a pensar, quisiera aparecer un momento y recordarme de todo.  A veces uno se eclipsa como un juego para intentar ser un demente huyendo de algo que lo persigue a uno de una forma obsesiva compulsiva.


Cuando uno se repite, entonces es necesario desaparecer. 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

MUNDO 69



Venimos de las figuras que se formaban en los pisos de la abuela.
Venimos de los periódicos abandonados donde siempre hubo un golpe, un golpe de estado.
Venimos de las rajaduras de la piedra.
Venimos de los crayones de cera.
Venimos de los juguetes que rompimos para saber qué había adentro.
Venimos de los royos de fotos no reveladas.
Venimos de los programas de televisiones en blanco y negro.
Venimos de la mesa con manteles de plástico.
Venimos de las colchas donde se nos enredaba el sueño a las siete en punto.
Venimos de las calles de tierra.
Venimos de la ignominia y el semáforo en rojo.
Venimos de la salida detrás de los jardines.
Venimos del olvido de cientos de padres que no vivieron en Comala.
Venimos de la sangre en la nariz.
Venimos de los cuadernos de ochenta ojos y el lápiz Mongol.
Venimos de la caries y los cepillos de dientes amontonados.
Venimos de los cincos y los trompos y los yoyos.
Venimos de la placenta de nuestra madre sola comiéndose las manos.
Venimos de los cinco centavos, los diez centavos, los veinticinco centavos.
Venimos de las bancas negras de las iglesias blancas.
Venimos del llorar con mocos y volver a reír.
Venimos de lazos que solo se unían a la ropa, no a los cuerpos.
Venimos de la calle.
Venimos del barrio.
Venimos de allá donde los barriletes se nos perdieron.
Venimos de acá.
Venimos de la ausencia de todo y la imaginación de todo, esos milagros.
Venimos del tercer mundo.
Venimos del otro lado del mundo, de este lado, de los cuatro puntos cardinales que se inyectan ahora mismo en este nudo ciego.
Venimos gritando, vamos hablando de lo que queremos.
Venimos del pozo de los ojos humildes de nuestros abuelos curtidos por la sal y el azúcar que jamás negaron.
Venimos de los agujeros en las láminas.
Venimos de las grietas en las puertas.
Venimos de las aulas sin ventanas.
Venimos de los maestros y la regla.
Venimos de muchas formas, de muchos lados,
venimos del mono, venimos del hombre, venimos de Dios, del maíz.
Venimos sobre todo de la luz y la noche a decir tan solo una palabra no dicha antes.

Haber, ensayemos.

-
 Fotografía Ana Alvarez Errecalde.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Poema/ A Lou Reed



Hace tres años, iba volando en el carro verde que luego quemamos con un dealer, corriendo era volando, viendo todos eso barriletes como manos de gigantes arcoíris, como duendes vimos como trataban de elevarlos entre el viento de muertos amarillos llenos de flores de cementerio y polvo.
Era entonces un primero de noviembre cuando nos sentamos a la mesa y pude asustarme de lo próximo del otro mundo frente a la comida y un amor pagano casi ancestral en el inciezo. Todos esos años de la mano viendo a las lloradoras cobrar por cada lágrima en los mausoleos de tres tumbas, tras bombas y marichis, luego los fantasticos almuerzos rodeados de vasos medio vacíos de risitas y llenos de recuerdos. Dos años antes leía a un muerto legendario llamado Lord Byron, un tipo de esos antiguos con una pluma esculpida en un sombrero. Antes de eso estuve en una fiesta de Halloween disfrazado de vampiro bailando con una colombiana deshonesta que a mi me pareció una virgen volátil, una pieza de aquelarre; era entonces tan hambriento de experimentar el tiempo, luego estuve en una playa celebrando un comienzo de noviembre, entre fogones en el suelo y más que inciensos, mujeres sonrientes, era parte del paraíso, hasta que me vi despidiendo a algunos, visitando tumbas aburridas y monótonas que más que recuerdos me daban lastima, imaginando rostros desfigurados, pedazos de huesos incinerados por el moho, hechos polvo, de nuevo la carne transfigurada y las flores naciéndoles del musgo destruyendo la piel, eran esos tiempos en los que entendí la muerte y la vida más aún que las carencias o el gobierno del silencio y sin sangre.
Me acercaba a las tumbas y miraba lodo, átomos obligando al polvo, estrellas apagadas todos, algunos eran como el reflejo opaco de lo que venía tramando el cielo. Ahora ya no quedan más muertos, sino amor y fantasmas.

Escrito en San Marcos La Laguna/

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...