viernes, 13 de septiembre de 2013

Una historia de ayer escrita hoy.

Alvaro Sanchez/ Deep
...y hoy somos esto,
lo que escribimos aterrados 
de que los días fueran fósforos eternos que se apagan...
Javier Payeras.

Esto es parecido al infierno. Tú tienes tiempo, el tiempo que nadie tiene. Pareciera al cabo de todo, parecido a una gran avalancha de gozo. Puedes intentar, ver sobre tu hombro. Pero es poderoso sentir ese latente acecho de la nada. Todo y nada. Estas en el centro de una avalancha. Llamas a todos y nadie llega. Sueltas de pronto el cinturón de la razón y sobrevuelas solo los lugares que todos quieren, imaginan o sueñan sobrevolar. Escribes a todos desde un ordenador una invitación intrascendente, pero todo se vuelca en contra tuya, como un gigantesco huracán. El porqué del aire se hace cierto. Escribimos entonces en la soledad más intensa una guía turística del cielo.  Lo cierto es que, en cuanto te busque, ya no estarás dispuesto. Y es que de toda formas siempre uno tiene esa leve conciencia de la suerte, de que las que siempre están dispuestas son las putas.
Habrá que decir que el tiempo pasa muy rápido. Lo sabe, el tiempo se va. Todo tiempo pasado fue mejor. El tiempo es oro. Repites todo esto dispuesto a creerlo, lo repites una y otra vez, logrando aclarar la imagen del camino. Ese camino que nos llama, ese camino que no era nuestro, pero nos es legado este camino a fuerza de oposiciones internas de una máquina lógica y matemática. No con todos se puede hablar del tiempo. Algunos se oponen a que pase pronto o que se detenga. El olvido y los recuerdos le dan cuerda al gran cuerpo. Nacemos, nos reproducimos y nos llega la hora de sentir el último tic tac.

sábado, 31 de agosto de 2013

CUATRO LATAS Y DOS MOSCAS




Soy una pluma negra. Una pluma negra de un zopilote que mató una bala perdida. Una bala perdida es una idea. Una idea es una bala perdida, hasta que uno la escribe: entonces es una bomba. Una pistola nueve milímetros es un libro. Una pluma. Estoy en Comalapa. Veo el mural del cementerio. Tenemos tanta nostalgia cuando vemos una tumba. Pero reímos en gracia al ver una escultura en una tumba. Ya son muchos. Edgar Calel me dice que en Comalapa hay dos cementerios. El de la derecha y el de la izquierda. Ho, maravilla, somos mortales. Moriremos. Pero me dice sonriente, puro y sonriente, que cuando muera quisiera un epígrafe que diga: este tipo no ha muerto, sigue pensando en arte. Me siento en esa tumba y destapamos una botella. Entonces las balas perdidas empiezan a volverse tangibles. Soy una bala perdida escrita en un libro que es la vida. Caminamos a su casa. Me muestra uno de sus cuadros que es de fuegos escondidos y oscuridades latentes, circulares, sempiternas, venas que cruzan un cuerpo y mucho más allá están sus hermanos. Uno de sus hermanos es pintor de landscapes. Una de sus hermanas hace una faja con una exactitud esencial, hecha de multitud de bolitas de plástico. Su madre nos lleva desayuno y nos platica del tiempo. Todos hablan de la energía. Pareciera que estoy con gente que siente su energía. Calel me dice que no puede controlar la suya. Yo le digo que tampoco, a menudo siento mucha energía y escribo. Visualizas esa energía, me pregunta. Veo el fuego. Estamos danzando alrededor del fuego, la marimba suena, un pito de caña y un tambor que me resuena adentro y digo: estoy en el centro de la nada, en Xibalba, en el corazón del cielo. Veo hacía arriba y las nubes parecen correr y corren tras de mi, pienso. La naturaleza nunca es perfecta, sin embargo me corrige, las nubes corren tras del sol. 
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Solo los que arden Pueden caminar sobre el fuego Y no se queman El fuego le teme al sol La ventana del viento El corazón del agua No domina su poder El fuego Quema todo lo que lo apaga El dolor será el gozo El día será la noche La felicidad dará vueltas como gato No domina su poder El tiempo Cuando el dolor empieza Por una piel y el frío Cada color contiene su laguna De inciertos deseos.
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Hay una fiesta de ciertos dioses. Comen algo que no se ve. Morimos ante su desdén. Mi amigo se quema diciendo: el fuego es lo único que jamás se quema. Estamos armando un fuego con panela, azúcar, incienso, frutas, bolitas rojas de cereza, miel y candelitas de colores, puros picantes y que hacen sudar a mis amigos, un busto de un murciélago, una vara Kan, una vara Sotz, una gratitud que llega al borde de la tierra y se detiene en las riveras del cielo, van más allá y mencionan a todos los abuelos antes del tiempo presente, luego hacen una danza. El vidente pregunta por los sueños. El silencio llena.

jueves, 22 de agosto de 2013

APROXIMACIONES: TRES BROTHER FAUNICOS/ LEONEL JURACAN, EDUARDO VILLALOBOS, JAVIER PAYERAS



Leonel Juracán: Por aquellos días ninguno nos podríamos imaginar que ese muchacho que a penas se miraba entre la multitud pudiera dar vida a tanta palabra a favor del arte. El poder de la poesía en la obra de Leonel es un Optimus Prime que narra desde su futuro un cataclismo celeste en el fondo de los ojos del hombre popular, doméstico, neutral, al margen. Tiene un libro que es como un manual para volverse invisible; otro que atenta a consumirse: Inflamable, que es donde encuentro un tono equiparado con uno de los grandes de la literatura: Gabriel García Márquez. Y su último libro de poesía llamado Fúnebre y Carnavalesco. Leonel, ya lejos de esa imagen de poeta maldito, ebrio de tanta vida y golpes, fuera de todo contexto secular del arte por el arte, a cada palabra pesada junto al olor de las banquetas, el humo negro de los buses y la nostalgia de todos esos rostros del interior de Guatemala.
Una vez le quise hacer una entrevista y como suele evadir los bochornos, de-construyó esa voluntad que me llevaba en el fondo, a ver por afuera, lo que había de interno.  Su trabajo en arte es sustancial y preciso, ha hecho ensayos breves que el llama textos museográficos, para Aníbal López o Regina Galindo. En el fondo es un poeta aunque se vista como oficinista.

Eduardo Villalobos: Una de las primeras características de Villalobos es su interés en lo cotidiano, tiene, a mi parecer, un radar para algunos detalles, esquinas y porosidades que podría pasar por alto cualquiera, se nota en sus poemas. Lo otro, según lo comentaba con otros amigos, es el tipo más educado con las mujeres que he conocido. Yo me siento  un salvaje a veces en ciertas reuniones sociales, pero Eduardo Villalobos sobrevive sobresaliente en ese mundo de rito y ceremonia; pero tengo que decir que no es porque se quiera comportar como alguien serio, no, en el fondo es un sentido de la cordialidad, de la amistad y del garbo natural que habría que tener siempre con las mujeres.
Eduardo Villalobos es un poeta urbano, uno de esos nuevos juglares entre la arquitectura art deco y noveau del Centro Histórico. Naturalmente, noto que tiene ese sentido de la modernidad, esa fractura y cicatriz que tiene todos los  poetas de ciertas generaciones. La post-modernidad, los video juegos, la música, la infancia y la violencia del tiempo, son algunos de los temas que este brother maneja, convive y compleja, resuelve.
Sus libros favoritos no deben ser muchos, Onetti y los fundamentales poetas, aunque ha leído lo suficiente para tener un criterio editorial, una noción del ritmo semántico. Aún así viste como un ejecutivo, aunque al revés de todo, siga siendo un bohemio. 
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Javier Payeras: Hablando de libros, a mí se me imponen los libros bastos, vulgares de tanta elegancia, esos libros que podrían partirle la cabeza a un cabrón asaltante. Pero fue Javier Payeras el que nos enseñó a todos, creo, que el peso no está en el número de hojas sino en el filo que lleva dentro; en las palabras, que una palabra puede golpear como un Micke Tyson. Lo he dicho muchas veces y lo diré de nuevo, no existe otro poema que describa mejor lo que fue ser adolescente en los noventas que Soledad Brother, eso creo yo, y mi visión llega de haber, simplemente leído el poema y darme cuenta que eso era lo que sentía, identificarme con esa soledad. Pero al final Javier Payeras hoy en día no puede estar solo, no porque él necesite compañía, sino por que atiende si no decenas, quizás muchas actividades en algo que en Guatemala hace unos años era desconocido: el arte. En nombre de la cultura Javier asiste a reuniones y propone un modelo cultural que rebasa, lo digo sin una sola pisca de exageración, el modelo normal del intelectual en Latinoamérica.
Sus libros no logran llega a las cien o ciento cincuenta páginas, entre todas sus virtudes, no le quita mucho tiempo a sus amigos. Pero el tiempo es relativo, como relativos son los obstáculos que ha sorteado en esta ciudad de gente precisa, indolente, que Javier ha dotado de un hambre no de pan, sino de pura y espléndida poesía. De ese tamaño es y ha sido su imaginación.

viernes, 26 de julio de 2013

CARATULA DE VENADOS Y JAGUARES


Eddi Imery: Portada.
Presentación en Sophos Fontabella
31/07/2013
7:00pm
Juan Pablo Dardón, poeta, periodista y bloguer, junto con Francisco Alejandro Mendez, novelista, catedrático y lector infatigable de cuentos policiacos, presentaran los dos libros, el de Estuardo Prado y el de Lester Oliveros.

domingo, 21 de julio de 2013

DIARIO DE UN DÍA DOMINGO



Presentación

Yo soy ese muchacho que se quería tirar de un puente
por que quería tirarse con el miedo
acompañarlo
ver hasta donde llegaba en su locura
pero se me cayó solito
se me cayó el miedo en otro puente
el que me llevó hasta este libro
Ahora mismo
ya no le veo
y aquí estás mis palabras.



Constelaciones

Vas formando una linea con tu mano y con tu vida/ 
dejando sábanas revueltas en hoteles eternos/ 
jugando a perderse/ encontrando a otras o a otros/ 
o a nadie/ 
ires y venires/ 
hasta completar un dibujito 
lleno de estrellas.

Capitán invierno

Cuando sea grande quiero ser un capitán de barco. Un barco de papel por donde la imaginación sea un pirata disparando cañonazos sin sentido. Que me mate una mujer pirata con su banderita de negro y calaverita. Quiero ser un marino con una estrella polar como barrilete y una osa menor adolescente.  Quiero además, luego de ser marino y Capitán, un maldito pirata barba negra, que solo busque el tesoro escondido en tu cuerpo.

martes, 16 de julio de 2013

HISTORIA DE UN VAMPIRO




El castigo mas terrible en el infierno es querer hacer el bien que no se hizo en vida. Es tal como lo profetizara Heroniomus en todas sus pinturas sobre el averno. En el infierno todos entendemos con tristeza el grado de engaño que hubo en la tierra, porque todo tiempo futuro ya es pasado. Muchas sectas mienten diciendo que acá es a donde viene el hombre a purgar los pecados hechos en vida, y ya bajo el fuego el alma empieza a sentir un deseo irreprimible por hacer el bien y entonces llega con el deseo la conciencia suprema de todo lo perdido. Los que ya llevan siglos vagando, ya han aprendido a refrenar el indomable deseo de hablar del cielo. Hay muchos santos extraviados y doncellas vírgenes en busca de consuelo, pero más allá de los márgenes visibles en el horizonte, esta una iglesia donde aún se adora a Dios (no con ese nombre sino con el verdadero, porque allá todos saben su nombre).
Dicen que fue construida en el mismo lugar donde descendiera el cristo, y el único sacerdote que celebra misa es el ladrón que desafío a Jesús, pero ya en el infierno se arrepintió y fue ordenado sacerdote por los miles que guardaban la esperanza a pesar de los castigos. Adán y Eva también están allí, y se ven casados de tanto andar (aquí en el infierno uno vaga sin descanso y no existe el reposo). También hay muchos hombres de todas las nacionalidades, edades y creencias, y hay muchos que se reconocen entre la multitud. Muchos son los que se sorprenden de ver obispos y pastores, miembros de concilios humanísticos y muchos otros que se ven justos por fuera pero por dentro son peores que Belcebú.
Todos los árboles estaban calcinados y subía del suelo un vapor de azufre y la peste destruidora se alzaba como una nube que hacia una sombra terrible en el corazón de la humanidad. El único pensamiento que aun repetía era una frase arrancada de mi olvido en los primeros pasos que daba en el abismo “el que habita al abrigo del altísimo, morara bajo la sombra del omnipotente”, y no recordaba más. Pero en la extraña realidad que me rodeaba era como un alivio repetir aquella extraña frase. El cielo era rojo al medio día (o lo que creían todos que era el medio día), habían horas en que se oscurecía lentamente como si se fuera el sol y las sombras lo cubrían todo como alas de buitre. Pero luego el silencio recorría los valles y en semanas no se oía ni se veía a nadie, y entre las sombras se filtraban gritos o llanto de niños, y era triste oírlos llorar por semanas con un ininterrumpido ruego de misericordia. Pasos de gente cansada se oían venir e irse y nadie decía una sola palabra solos en el tormento de sus propios recuerdos, hasta que alguien tropezaba con uno y por medio de frases uno a otro se daba consuelo hasta que empezaba de nuevo la angustia y todos llorábamos con una tristeza tan inmensa que parecía oscurecer más el reino de las tinieblas.
En el infierno otro castigo más terrible que los dolores y las enfermedades era el recuerdo. Había tanto tiempo para pensar en lo que no se hizo que era peor que cualquier tormento. Yo recordaba a mi mujer y la miraba como una santa, porque lo había sido, pero aun en su imperfección ella disfrutaba ahora de la gracia divina. Yo tenia tiempo para pensar y repensar en porque nunca la quise, y podía ver a la gente que ahora me acusaba y reprendían, y lo peor de todo era la certeza de que nunca jamás lograría regresar al pasado y devolverle a mis hijos los días de felicidad y darle a mi alma el descanso final. Muchos pensábamos en la muerte como se piensa en algo que no existe, porque todos seguíamos vivos y esperando. Había pasado el tiempo y ya nos habíamos reconocido, y en nuestro trayecto sin destino sabíamos que íbamos a la iglesia, a la única que había en el infierno y por todos los tiempos lo único que buscábamos era levantar una plegaria que tras las tinieblas llegara al cielo y Dios oyera nuestro último arrepentimiento. Pero faltaba tanto para llegar. Al cabo del tiempo trabé amistad con un viejo fraile que sostenía conmigo conversaciones tan largas que duraban semanas, y podía extenderse aún más en explicaciones tan minuciosas que alcanzaban todos los libros y tratados apócrifos.
-            Mire –me dijo –aquí fue donde cayó, y señalo el lugar en donde había caído el diablo.
En el lugar había un pozo de lava ardiendo eternamente.
El fraile fue el que me contó todo lo que entendía del infierno y como los demonios iban y venían y torturaban a los ingenuos. Me explico por semanas la teología y me aseguro que sabiendo el bien y el mal es seguro permanecer por la eternidad y que era la suprema ignorancia la que liberaría nuestras almas. Me explico los pecados y los vicios y la única forma de resistir al demonio, y fui aprendiendo a desconfiar de todo, hasta de él, que si por momentos era un ángel de luz, a momentos me empujaba involuntariamente al fuego eterno.
-            Sed, tengo sed –me decía al volver.
Había estado tanto tiempo atormentado por los espejismos de su propia putrefacción que me
explicaba con calma sobre las trampas del leguaje y la apostasía. Yo mismo me sumía por momentos en verdadero ascetismo y meditaba por muchas semanas sobre las palabras de mi compañero. Sabía que era letrado, pero desconfiaba que se hubiera vuelto un ignorante con tanto conocimiento. Sabia de mucha gente que había encontrado la locura en las letras y podían desviar a muchos. Pero el fraile tenia aun esa esperanza que nos consumía a la mayoría, y nos guiaba aunque sabia que por esa acción pasaría siglos bajo el fuego. Cantaba salmos y así fue como encontré esas palabras olvidadas, cuando en un momento de sumo silencio, entre la oscuridad empezó a decir “El que habita al abrigo del altísimo, morara bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová, esperanza mía y castillo mío; Mi Dios en quien confiare. El te librara del lazo del cazador y de la peste destructora, con sus plumas te cubrirá y debajo de sus alas estarás seguro”, lo volví a ver y parecía iluminado, y así siguió hasta que allá en la distancia vimos primero un punto blanco, luego fuimos encontrando la forma de una casa y luego el fraile señalo con su mano:
-            Allá esta la iglesia –confianza, estamos cerca.
Al llegar sin decir nada todos nos postramos a las afueras, hasta que salio un hombre muy viejo y nos dejo pasar. Adentro vimos una cruz.
- Es la mía –dijo el hombre –es solo un símbolo.

martes, 25 de junio de 2013

MANUAL DE LOS MASTURBANTES/ RESEÑA-SEMBLANZA-ENSAYO A LOS AMOS DE LA NOCHE DE ESTUARDO PRADO



            En un principio no pensé que Estuardo Prado existiera. Hasta una tarde que tenía que presentar un evento de poesía en el Gran Hotel y lo vi conectado en facebook. Le pregunté si podría leer parte de su libro y accedió inmediatamente. Ahí estaba con su familia a las siete de la noche. Su lectura fue una muestra de lo que alguna vez oí en las calles de la zona uno, un lenguaje que definitivamente nueve o diez años después de desaparecida la Editorial X seguía vigente.
            Luego de eso participamos juntos en alguna lectura en la zona diez, a donde nos llevamos unas botellas de vino tinto que mostrábamos sin ningún pudor mientras nos emborrachábamos de poesía y una locura santa. Hasta que una noche, no sé si por algún comentario mío, no sé si por el hastío terrible que dan las seis de la mañana de una noche en vela hablando de tantas literaturas, que Estuardo Prado me habló de empezar con un proyecto editorial. Nada más emocionante para mí, pero también entretenido para mi nuevo amigo escritor que debía ordenar y corregir esos cuentos que escribió entre México y Guatemala en esos años desaparecido.
            Antes, en uno de esos encuentros en el Bar Central con Javier Payeras, que ha sido un serio lector de toda su generación, además de un crítico crudo pero sin rebasar la buena fe de la amistad, me dijo que no sabía donde estaría Estuardo, eso sí, “si se estuviera portando mal ya lo hubieran encontrado”, bromeó. Bromeábamos todo el tiempo con el hecho de que se hubiera vuelto evangélico protestante y estuviera gritando a voz  partida que el fin se acercaba para todos. Pero no. Esa noche en el Gran Hotel que lo presenté para la lectura era el mismo, y eso si, su mito le valía tres mil putas.  Luego me di cuenta, en el transcurso de un intercambio de libros, música y comentarios de películas y mujeres, que estaba completamente ausente de lo que se decía sobre él. Era, después de todo un tipo tatuado sin ego, eso sí, irreverente en todo y rebelde por instinto.
            Estuardo Prado es hoy en día un héroe de su generación. Logró publicar a los mejores exponentes de hoy en literatura de ruptura y una propuesta nueva que esquivó y rebasó las filas de espera en esa sala repleta de jóvenes falsos (que eran aquellos dinosaurios oxidados); era pues un terrorista del lenguaje que dentro de sus libros vive muy cómodamente: Deleuze, Derrida, Lacan y Barthes.
            Como no me había sucedido desde hace mucho tiempo, me era imposible escribir sobre el editor y escritor de una novela como Los amos de la noche o El Libro negro. A pesar de algunas conversaciones largas al filo de litros y litros de cerveza Sol. Lo entendí de pronto al leer a Georges Bataille, que quizás si estuviera vivo hubiese sido uno de sus aleros para beber y hablar de tantas posturas en que las mujeres se ven más que bonitas desnudas. En efecto, entendí que la literatura de Prado es una híperparodia, una grandilocuente visión anti-literaria que estaba anegada de la cultura del rock, la gracia Light del consumo pop y la comedia completa de un mundo visto siempre como un infeliz guión de una película de bajo presupuesto. Por eso cuando veíamos esa película de Tenancius D, the pick of destiny, se me reveló esa hiperbólica forma de imaginar lo impredecible, que siempre o casi siempre, hacía romper en carcajadas ante lo inverosímil o, en caso contrario, tacharlo de anarquista inmoderado. Solo dos posturas radicales se esperaban de libros así, el disfrute inmediato de un viaje de ácidas imágenes o la rabia puritana de quien teme que sus principios se atrofien ante todo ese mar de blasfemias extravagantes.

            Por algunos meses le prestaba Los amos de la noche a gente de diferentes círculos. El más emocionado fue un dependiente de una cantina frente a la universidad que le tomó tanta devoción por dos horas que se lo terminé regalando. Normalmente la gente lo catalogaba de diferentes maneras. Este cantinero dijo que era una comedia comic. Alguien dijo que era como cuando se cuenta una película. Para mí, hoy por hoy, creo que es uno de esos libros que Guatemala nunca le perdonará a nadie. Por que el futuro no empezó ayer, sino anteayer, fuera de todo contexto, Prado ya estaba rompiendo filas desde hace mucho tiempo atrás bajo una herencia psicodélica y liberadora.

lunes, 17 de junio de 2013

EQUIVALENCIA AL PROGENITOR


 "...gracias a las enmiendas que surgen de esta confesión, y que
no puedo ni quiero extender hasta el detalle, se ha logrado, 
a mi parecer, algo tan próximo a la verdad, que podrá tranquilizarnos un poco a
los dos y hacernos más fáciles la vida y la muerte."

Franz Kafka/Carta al Padre.



Déjame que te cuente,
mis padres fueron los libros
de ellos me agarraba cuando me caí
muchas veces
muchas veces
pregúntale a Borges
o a un alemán que sabía de algoritmos,
Herman Hesse en esas ediciones rotas.
Víctor Hugo enseñándome a elegir la vida.
García Márquez o Vargas Llosa o Jorge Amado,
o Bocaccio o Almudena de Grandes, haciendo alarde
del gran sexo de esos años, de vitrina el mundo desnudo,
potente y frugal.


Eran esos años tan solos
en los que la televisión estuvo haciendo estragos.
Pero mis padres, esos libros objetos que yo
dejaba con manchas, ruedas de café y
algunas huellas sin sangre, son ahora como testigos
de este nuevo hombre aterrizado,
estas cicatrices que escriben el mantran
del perdón para siempre
de los nuevos cigarrillos y las futuras conquistas
de esos terribles territorios de la ausencia.

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...