sábado, 26 de junio de 2010

PATRIA PARALELA (VER)-BOS FUTUROS)


Oye, hijo mío, el silencio.
Es un silencio ondulado,
un silencio, donde resbalan valles y ecos
y que inclinan las frentes hacia el suelo.
El Silencio, García Lorca


-
Todo resulta del comentario del Vicepresidente de la república de algún país análogo a este, puede que paralelamente hayamos escuchado sus adjetivos por radio o televisión: un pueblo hipócrita, mentiroso y corrupto, y se seguía escuchando a cerca el ruido de los automóviles, las balaceras, las manos deteniendo el trafico, las maras, los linchamientos, el hambre y las ganas de matar, pero bajo todo esto, la fiesta musical de voces transformado esos adjetivos malditos en verbos futuros, puedo oírlos, puedo gritar a través de los conductos de cada palabra pvc como si fueran acueductos que van a un lugar que conozco muy bien, desde esta patria paralela puedo transformar los morfemas tradicionales y darles un valor infinito, entre la danza, la música la poesía, la arquitectura, el arte conceptual, la narrativa, el buen periodismo, las entrevistas a personajes sin voz, van aleándose miles de elementos metales y líquidos para sostener esta ciudad sobre la nada. Desde que me he comprometido un poco más este año en eventos culturales veo esa manifestación de voces que comentan y llevan la voz fuera de esta ciudad a través de aviones barcos o trenes automóviles y cruzan fronteras para contar la Guatemala que no se ve en CNN. Hasta ahora he visto surgir una fiesta cultural en Guatemala como no se había dado antes, el panorama en cartelera es buena muestra, el panorama en las carteleras nacionales es una buena muestra. Se oye por las calles el rumor de nuevos surgimientos editoriales y libros publicados y gente joven comentando cada publicación, y cada publicación es una fiesta. La otra vez me aparecí en unan presentación de Monstruos y el lugar resultaba insuficiente por la gran cantidad de gente que surgía por todos lados como si fuera una invasión postmoderna para poner a funcionar máquinas del tiempo. Como ejemplo eso y la afluencia a la bienal, el Juanio, y las múltiples actividades que han desarrollado Catafixia y Vuelta de Gato ediciones, sin contar las de editoriales ya establecidas en el medio y cocteles en Ultravioleta. Esta fiesta esta solo comenzando, esta apertura mental y espiritual, rítmica y modulada por las últimas tendencias pre-apocalípticas va a ir en aumento, el siglo XXI será un portal de nuevas oportunidades y clausura de los viejos patrones de consumo.
MARTES 26 DE JUNIO
GRAN HOTEL
MANUEL TZOC
LEONEL JURACAN
MARIANO CANTORAL
LESTER OLIVEROS
7:00PM

jueves, 24 de junio de 2010

BREVE COMENTARIO SOBRE CAJA NEGRA XX 2012 DE ALAN MILLS


La historia de Guatemala no es más que un fragmento,
un fractal, una afilada brizna de la bola de cristal incandescente
que es nuestro mundo y su modernidad.

Pictún, Los Superdemokraticos, Alan Mills
Usan la mentira para comunicarse
y desconocen el valor de decir
las cosas como realmente son.

Caja Negra XX 2012



II
Uno de los primeros que me menciono el año 2012 fue Alan. Me habló de su novela en el Pasaje Aycinena mientras tomábamos unos vasos de cerveza Gallo. Me regaló como diez hojas de su novela, y era una prosa cuidada con brillantes verbos y pequeñas galaxias girando en todo un hábitat multidimensional, donde habría la posibilidad que la realidad se diera vuelta sobre si misma como en un espejo aleatorio que continuara una imagen hasta el infinito volviéndola ilusoria. Tengo en mis manos la caja negra de ese viaje. Intuyo las posibilidades inmediatas para que Alan rescatara de la nostalgia los trazos más nebulosos de su novela perdida en el disco duro de su laptop. Recuerdo que nos manteníamos en contacto por esa temporada que Alan escribía desde Brasil. Me contaba algunos detalles, consejos certeros para la vida y varias recomendaciones literarias. Fue por ese tiempo que descubrió la cristobalita y se entretenía buscando aleaciones para conformar un territorio-rompecabezas donde abundaban las tiernas luces hacia una verdad imaginada por todas las mentiras de la Historia oficial latinoamericana. He leído ya tres veces su libro y es como de arena, lo que queda de él es simplemente la sensación del vacio entre los dedos de las manos, o como si fueras en avión viendo el lago desde el cielo.

I
Los primeros poetas de esta tierra fueron las aves. El sonido nació debajo de las piedras hasta el polvo cósmico. Fueron los ruidos de la evolución los que le enseñaron el habla al hombre en la era musical, cuando había tanto silencio que cualquier sonido de hojas cayendo se podía oír al otro lado del mundo. Ese dictado me vino en sueños completo la semana pasada. Me levante escribiendo como si al escribirlo estuviera botando telarañas. Pude ver el poder de la sabia en el agua y la bendición de las lluvias de arena que volverían a fecundar los sueños muertos. Este pobre idioma podría volverse contra mi y por eso estudio otros. Generaciones gritaron sus nombres para aparecer en libros sagrados. El verbo en el principio y desde el principio levanto la tierra como un Atlas formidable, como la imagen antigua de tres tortugas sosteniendo esta costra de piedra donde hacíamos la guerra por aburrimiento. Hay, digo yo, libros que levantan esta placa tectónica y vomitan lava también y elevan su polvorín de imaginación futura. Hablo de voces no de hombres. En este tiempo movible y redondo. En un país que es la concatenación global de otros. Asentado en este idioma que nos hace reír por lo difícil que nos pone volver los adjetivos, todos los adjetivos de este paisaje deplorable, volverlos de una vez y para siempre verbos sostenibles, acciones elaboradas, verbos luminosos que sostengan con sus hojitas blancas tatuadas de glifos los nuevos pasos de los que aún no nacen.

martes, 22 de junio de 2010

EJERCICIOS DE LA MEMORIA


Bueno, la verdad es que en mi vida había imaginado ser militar. La idea fue de mi papá. Y aunque en el año 2007 tuvimos por fin una serie de conversaciones formales sobre todos esos años, se me olvidó preguntarle que lo había motivado a entusiasmarme por todo un año para que estudiara como nunca, para entrar a una de las preliminares escuelas politécnicas del país. Recuerdo aquel año como uno de los mejores, pero por el acercamiento que tuve con mi papá que me enseñó desde matemática, ciencias naturales, ciencias sociales hasta política guatemalteca básica, revisando el pensum de exámenes obligatorios para ingresar como aspirante a caballero cadete.
Cuando llegué por primera vez al campus del Instituto Adolfo V. Hall Central, que recuerdo de una forma muy difusa, me fijé en la fachada de sus oficinas al estilo norteamericano del oeste. Dos altos pinos donde colgaba una gruesa cuerda que meses después comprobé su dificultad al subir brazada a brazada hasta besar el nudo sujeto a un tubo de metal sostenido de las ramas más altas. El patio principal comunicaba a otro, donde recuerdo una caseta donde vendían sodas, galletas y panes con jamón, y desde ahí se apreciaban las aulas de los nuevos, como nos llamaban a los de primer ingreso. Al fondo, detrás de los baños y la peluquería estaba el polígono. Era un área igual a un campo de futbol completamente de terracería en la que para algunos eventos, o talleres de tiro, se llenaba de cascabillos. Pero además era, y fue por unos fines de semana, uno de los teatros más terribles de entrenamiento o castigo. Algunas tardes, según el ánimo del sargento de batallón, nos enfilaban a todos los nuevos, divididos por aulas, para entretenerse en vernos a mas de 400 aspirantes a cadetes subir y bajar sincronizados a la orden de ¡a tierra! y ¡firmes!. En la primera media hora los que tenían menos condición física iban descompasando. En una hora, los desacompasados terminaban en un grupo aparte comandados por algún cabo dragon que les daba un trato especial, gritándoles “puta mucha, yo que ustedes mañana ya no vengo” “y por qué quieren sufrir pues… ahorita mismo estarían disfrutando de una su coca cola en su casita viendo tele”, luego, siempre era al más sofocado, el que estaba ya con los ojos desentonados y que ya no podía seguir, le ordenaban pararse en un hormiguero, lo veían retorcerse con todas las hormigas trepándole por las botas y anclarse en sus piernas por montones hasta que el muchacho terminaba pidiendo perdón, clemencia, llorando por su mamá.
Efectivamente algunos ya no regresaban. Otros éramos masoquistas. Nos dieron el birrete un 3 de Marzo del año 1991. Mi número de antigüedad era 199, estaba en la mitad de todos los 400, que habían sido seleccionados de casi 3000 muchachos que habían llegado de colegios de renombre y escuelitas marginales como la mía. Muchos con papas coroneles o, toda una casta de tíos tenientes o primos traumados desde los siete años con el sueño de la Escuela Politécnica. ¿Qué hacia yo ahí? Inmediatamente pensé en sobrevivir a los castigos, era necesario sobrevivir a como diera lugar entre todo un batallón de muchachos de segundo año con la consigna de vengarse con los nuevos de lo que a ellos les hicieron los de tercero cuarto y quinto. Sobreviví los primeros meses. En el aula, pequeño ecosistema, coexistía una paradoja: estaba el número uno de la promoción, un tal Martínez Martínez y el último de la promoción, el famoso Vásquez, que una vez le escribió en un papel a un Sargento “que tenía dientes de tractor”, y por él nos llevaron al polígono a sudar lodo. Me divertía mucho este Vásquez, era el único que no se tomaba en serio ser militar; contaba chistes en los tiempos libres y casi que ignoraba al número uno que se perdía entre libros haciendo planas de caligrafía. Al número uno lo adoptó el sargento de batallón, que para su mala o buena suerte, era también el número uno. Así fue como perdió el respeto de todos, además de ganar la reserva de muchos que ya no comentaban nada delante de el.
Llegó el medio año en medio de castigos todos los fines de semana. Llegaba a mi casa tan cansado que si tenía que hacer deberes los ignoraba, cenaba y me dormía tan profundamente como no lo he hecho nunca. Mi carácter cambio al darme cuenta que si podría soportar todo en cuando a castigos físicos pero estaba, desde el principio, carente de disciplina académica para mantenerme al ritmo. Imagino que fue el resultado de una mala planificación por parte del que me había inducido a estudiar ahí, y terminara viendo como mi mamá corría en contra tiempos a pagarme la mensualidad a ultima hora. Me retiré. El día que mi abuela me dijo que si quería seguir ella terminaría pagando la matricula, me dolió algo en el interior que lo rechace dignamente y creo que fue la mejor decisión, porque no sé qué hubiera pensado después al verme en un lugar donde realmente nunca había, ni remotamente querido estar.
Imagino ahora los botones del uniforme de diario lustrados con la pasta Brasso. Las botas lustradas con saliva y algodón con pasta KIWI hasta dejarlos puro charol. Oír a los maniáticos de quinto año, con sus charreteras de bronce con fusiles cruzados, gritar desde el medio del campo “¡aspirante a caballero cadete!” con el sueño de la Escuela Politécnica. Me da risa. Años después comentamos esto mismo con Giovanni Pinzón que también vivió esa pesadilla y nos reíamos sentados bajo un pino gigante en la terraza del Café Oro.
Dos décadas después, agradezco al destino no haber seguido el falso sueño de mi papá. Leyendo La Ciudad y los Perros de Mario Vargas Llosa me sentí de nuevo sobreviviente.


Lester Giovanni Oliveros Ramírez
Junio 2010
fotografía de Jean-Marie Simon
Hora de inicio: El miércoles, 23 de junio de 2010 a las 19:00Hora de finalización:
El Viernes, 23 de julio de 2010 a las 19:00Lugar:
(Ex) Céntrico. 7ª avenida 12-32, zona 1.

lunes, 21 de junio de 2010

RESEÑA CINEMATOGRAFICA


La carne es fuerte el espíritu es el débil.


Guicho Pineda

-


Este fin de semana fue absolutamente inesperado. Sobrio. Trate de no salir y desde el sábado empecé a pintar cartón y quedo bonito; es una muestra de que me gustan los ojos y la mixtura de los colores, lo que transforma esas carátulas en catarsis breves de un espíritu completamente absorto en el arte de Kandinsky a Pablo Picasso, influenciado en Rothko a lo Pollock o Basquiat. Espera a una una amiga que esta entusiasmada con el proyecto, tanto así, que a las ocho de la mañana descargo una docena de cajas en mi cuarto con imágenes de televisiones para empezar todo al medio día. Pero no vino (o vino tarde). Yo cuando me siento sólo busco que comer, así que caí en casa de una amiga a preparar carne guisada con pollo frito. Ella hizo una ensalada formidable de papas con mayonesa y chile pimiento y cebolla picada. Fue maravilloso sentarme con una amiga hablando sobre todo de cosas sin relevancia y disfrutar una Fanta Naraja con hielo y comer pollo guisado con tortillas recalentadas en la parrilla de una vieja estufa con el horno atrofiado por el desuso. Compartimos unos nachos Doritos que alcanzaron hasta para el sobrino de mi amiga. Jugaba con la idea de tomarme una cerveza, pero algo me detenía, tal vez el aburrimiento de hacer lo mismo todos los fines de semana.


Pero el momento llego a eso de las ocho de la noche. Salimos a oír música. Al llegar al lugar, supimos que había un lugar VIP en el segundo nivel. Amigos de mi amiga convivían ya un poco ebrios y felices. No quiero dar nombres. Supongo que lo que importa es el movimiento de caderas de cuatro chicas con la última moda, bailando pegadas y provocadoras y yo comentándole todo a mi amiga. Bailaban tan bien con aquellos ritmos portorriqueños y del Bronx, que me distraía muchísimo pensando en lo bien que caen unas copas a eso de las diez. Pedí una cerveza. Luego me sirvieron un vaso cervecero que nunca se terminó. Nos dormimos a las tres de la mañana. Yo me quedé en el sillón tapado con un poncho de felpa que tenía dibujado un tigre de bengala.


A la mañana siguiente desperté movido por la mano de una niña despeinada que me anunciaba que ya eran las siete. A las ocho y media debía estar en Mi Lupita para desayunar con Mariano Cantoral. Así que llegué a mi casa a traer algo de dinero pero se había metido el perro y me había roto ochocientos quetzales. Debajo de la cama encontré al menos un billete anaranjado.


La mañana, como muchas mañanas de ahora, era húmeda y fría. Pase por la calzada Atanasio Tzul y me gusto ver el movimiento en la terminal. Hombres y mujeres iban y venían con piñas, verduras, carretas con mangos y cascaras de coco, niñas y niños corrían agarrados de sus padres vestidos de claveles y rosas amarillas y hojas largas y verdes tatuadas en sus ropas.


Por la tarde, luego de toda una fiesta en Mi Verapaz, escribí este pequeño texto:


-

(Te vi caer del cielo como un niño con alas blancas

eras el anuncio de la vida en otro mundo

ella estaba dormida y soñaba

soñaba y soñaba antes de llorar al despertar

como una ciudad donde sus calles son vueltas desiertos
rotas sus aceras, profanadas sus intimidades)

El parque central poblado de utilería y teatros

lleno de poetas muertos con sus cadáveres exquisitos

y la idea de que estamos compartiendo el nombre

de una cerveza que anuncia la mañana

fue en la capilla octavina

donde vimos ganar a Brasil a medio día

donde al amigo se le conto esa anécdota

la historia de un libro en manos de un editor

y brindamos por la generación pre-apocalíptica

que estaba ya haciendo dibujos en la orilla del mar


creímos que en aquella habitación llena de monstruos

la arena de la playa no iba a borrar nuestras palabras

pero en otro mundo como este esta sucediendo el milagro

de la muerte

sólo bastaba la espuma en los vasos y la playa que nos devolvió

el último minuto antes del anuncio que nos dejo sin saber nada

de este tiempo a oscuras donde los zapatos terminaban sin suela

viernes, 18 de junio de 2010

AL CIELO DE LOS QUE FUMAN NUBES/ SARAMAGO


El año pasado, a principios del mes de Mayo recordé que había dejado un libro a medio leer en una gaveta de del trabajo. Había estado leyendo libro tras libro de los autores de la generación perdida y retomar esa prosa inmaculada de Saramago en ese libro precisamente se me hacia difícil. El libro se llamaba El Año de la Muerte de Ricardo Reis. Nunca lo terminé de leer. Ahora, luego del día de la muerte de este intenso narrador, puedo decir que este año llegó a mis manos, por medio de una ex –novia, un libro amarillo. Era Caín de Saramago. Una historia con una fuerza lírica y como ya era común en Saramago, rompiendo esquemas ortográficos para darle fluidez a la historia de uno de los personajes mas curiosos de la biblia. Acá, resulto al revés, me leí el libro en un día y medio, riéndome de los disparates y recursos de Saramago para darle credibilidad o bien, falsear la historia con toda premeditación.
Supe que escribía en su propia casa, mientras su mujer preparaba comida en el primer nivel. Sus novelas y cuentos serán estudiados por niños portugueses y de todo el mundo con un gusto sobrenatural. Es difícil imaginar tanta audacia en una persona que tal vez sólo pudiera parecer un buen padre de 87 años.
Ha muerto un gran escritor, ahora Saramago pertenece al cielo de los que fuman nubes.

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...