miércoles, 29 de abril de 2009

LAS HORMIGAS Y EL TRABAJO


*Encontré un librito que escribí con dedicación a las hormigas. Tuve una niñez muy solitaria en la casa de mi abuela y mis amigas, con las que hablaba y confesaba mis alucinaciones eran las hormigas, que por cierto nunca me tomaron en serio porque pensaban que yo perdía mucho el tiempo, pero estaban ahí y eran tan comprensivas cuando lograban escucharme. No me enseñaron nada. Talvez la gente malinterpreta sus apresuradas carreras en fila llevando tanto para los días de escasez. Digo que son malinterpretadas porque, yo que las vi más de cerca, notaba que solo se hacían las trabajadoras en grupo, solitarias eran vagabundas y buscaban diversión.
*El día del trabajo, desde que tengo memoria es un día en el que nadie trabaja y los chicos no entienden porque tampoco van a la escuela. Muchos lavan sus carros y otros salen a trotar por las carreteras con la dignidad de los que no van todos los días a los gimnasios llenos de señoras desocupadas. Otros se levantan muy tarde y encienden la televisión para ver los programas que se pierden estando en la oficina. Otros salen a ver un curioso desfile de gente morena, sudosa, que camina tras ciertos vehículos donde un líder avienta contra la plaza un discurso que no oye nadie por el mal audio y su voz herida. Asoleados, quemados por el sol, con sed y con hambre, los obreros avivan cada año el sentir contestatario levantando una banderola con el nombre de su sindicato. Los ministros, diputados y servidores públicos preparan wiskys en sus cerradas reuniones particulares, hablan de New York o Miami, saludan a sus vecinos en el confort de sus fincas, brindan por el porvenir, ven los atardeceres hipnotizados sintiendo muy dentro de sus conciencias una placidez inmortal al ver a sus hijos jugando con A-K´s47 de plástico.
*La otra vez miraba un documental en AnimalPlanet y hablaban sobre una clase de hormiga que ordeña pulgones y de otras que pueden devorar un cabrito en menos de un día. Son como una horda multitudinaria, sin descanso, sin dejar un solo organismo vivo, limpiando el bosque en un murmullo sosegado. He oído que las hormigas acabaran con Roma, que el agua esta a punto de sepultar a Venecia y que es posible que con el calentamiento mundial Centro América termine, también bajo el agua. Pero me gusta pensar que las hormigas ya han previsto estos cambios y con lo tenaces que son podrían abrir los mismo canales de Roma para drenar un poco el agua marina.
*Celebran el día del trabajo en toda Latinoamérica. Una amiga colombiana me cuenta que en su país habrá un hermoso ocaso. Una amiga Mexicana me ha contado que la fiebre porcina se esta haciendo un juego hermoso, que los chicos ahora comen en familia y que pueden ver infinidad de características en sus familiares que ya no habían notado, que ahora conversan. Los poetas y artistas elementales están muy concentrados en el problema y preparan poemas con temas de enfermedades y otros pintan, pero los músicos beben para mantenerse asépticos.
*Las hormigas invaden esta hoja, espero que el día del trabajo no salgan de sus cuevas, mientras tanto desordenan las vocales y las consonantes como en una gran sopa de letras.

sábado, 25 de abril de 2009

DIBUJOS DE NIÑO (3)


Aquel mercado era típico. Uno podía llegar por diferentes rutas, todas de tierra ruda y seca que hería los ojos con el viento. En la entrada encontrabas los comedores siguiendo el largo corredor que llegaba hasta la otra calle. Los pasillos eran de concreto pero siempre estaban bañados por las aguas de las pollerías o carnicerías. Don Lencho era el primero, en vecino era don Rogelio, y entre los dos se disputaban a los clientes por el trato, no por el precio. La calidad de la carne, según muchas mujeres, consistía en llegar temprano. Pero también se trataba de conocer las carnes y los carniceros sabían cuando llegaba una veterana de la cocina o una simple principiante que se acababa de casar. Las pollerías estaban enfrente. Doña Martita era una mujer blanca de cara redonda, bajita, regordeta, que era buena amiga de la abuela. Me llegó a tener tanto cariño que aunque no llegara acompañando a la abuela me mandaba mis corazones de pollo. Mi abuela hacia el arroz aderezado con los corazones y luego me los daba con una predilección que no puedo olvidar. Mas adentro del mercado estaban las vendedoras de verdura y fruta, un señor de caites de llanta que vendía buena papa, y la famosa doña Julia, la vendedora de atoles. Los domingos, desde temprano, corrían los crudos al puesto de doña Julia. Los crudos eran los que habían bebido una noche antes y sabían que sólo el balsámico atole blanco con limón y sal, caliente y bebido sin cuchara al ras de la escudilla podría devolverles el gusto por la vida. Doña Julia era fea, pero muy amable, y siempre trataba de servirles a todos. Llegaba mucha gente, y algunos llevaban picheles porque ya sabían que no habría lugar. Ese mercadito era bendecido por una virgencita llena de flores de plástico y de papel, vestida con unas sencillas y escandalosas telas, y a la que le encendían diariamente una vela por la venta de todo un día.

jueves, 23 de abril de 2009

TRANS- EL ULTIMO CHASH DE BALLARD


Creo en la muerte de las emociones y en el triunfo de la imaginación.
J.G.B.



Pensar en poesía es un poco vivir un instante de desamparo, porque la poesía, lo sabe cualquier niño, esta al final del largo corredor de una muerte muy lenta. Esto ha preocupado a muchos escritores, pero los que mejor a salvado los obstáculos son los escritores de ciencia ficción. J.G. Ballard fue uno de los más reconocidos por dos de sus mayores novelas que además fueron llevadas al cine y vistas por millones. El imperio del Sol y Crash son dos testimonios de un sueño transpuesto que atemoriza a los asépticos y emociona a los románticos con tendencias estrafalarias.
Era un escritor catártico, según veo, en el tiempo que escribió Crash estaba sufriendo la muerte de su mujer, criaba solo a sus tres hijos y convivía con un extraño rencor contra la civilización. Aún recuerdo esa escena, cientos, miles de automóviles en caravanas infinitas como en una autopista perpetua, inevitable y al mismo tiempo poética y mortal. Veo, como se ve, al ver el universo, lo minúsculos e insignificantes que somos y al mismo tiempo es casi una provocación de la época hacernos sentir como unos conquistadores.
Ballard, éste hombre completamente londinense, tenía un gusto afín con Julio Cortazar, los cuadros de Paul Delvaux. También admiraba algunos de Ives Tanguy y Chirico, y el gusto de estos por develar y aún por oscurecer los misterios de la verdad. Amaba muchas cosas que otros no amaban y las revelo para que parte de la humanidad entendiera porque algunos pocos amaban eso que el también amaba, era un juego de amor y masoquismo en el que triunfaba la violencia de la matemática y la ira de la lógica, como el mismo lo dijo en secreto.
Algunas veces, ya no tanto, imagino que la humanidad hará algo contra las posibilidades apocalípticas divinas y mortales que han sido predichas y que toda esta literatura será una de las mayores fascinaciones de los niños del futuro que soñaran de nuevo con la destrucción del mundo. Pero no es así de divertido.

sábado, 18 de abril de 2009

CONVERSACION EN EL FUTURO UNA ENTREVISTA AL POETA ALAN MILLS


Sophos 6:00pm.




Creen que los escritores vivimos en ciudades cosmopolitas, tenemos
dinero, agentes literarios, cenamos con embajadores, dictamos conferencias en
auditorios llenos y nos acostamos con muchas mujeres.

Javier Payeras, Retrato del Mal.
[1]


Existe la posibilidad que éste artista, en una región paralela, pudo haber sido antes amigo nuestro, talvez por una correspondencia, por dibujos dejados al azar sin aparente destinatario, por mapas que corresponden a la invisibilidad y terminan en un vacío significante, invisible, anónimo, pero que de pronto pueden llegar a ser más reales que la gente que transita por la misma calle, día con día, a la salida de casa para ir al trabajo. Alan Mills ha viajado mucho y ha publicado con éxito varios libros de poesía, pero sobre todo ha sido un nómada… y estaba lejos para mí la posibilidad de poder entrevistarlo. Llegó puntual a Sophos de la Plaza Fontabella, con su “Poetry Rock Star’s Hair”, la mirada que lo ha hecho célebre desde México hasta Chile, su tez morena, y en la mano el signo de su pasión: un libro. No llegó solo, unos pasos atrás, lo acompañaba Ballard[2], más serio que un muerto, y más blanco que una hoja de papel bond. Nos saludamos. Ballard, se sentó en una de las sillas libres y no dijo nada en toda la conversación, parecía irse inmortalizando conforme entraba la noche. En seguida apareció la mesera por el pasillo largo y nos ofreció el menú. Alan pidió una Gallo y yo repetí mi pedido de café Americano.
Eran las seis de la tarde. Afuera el mundo; las casas con piscina de la zona diez, los ventanales nebulosos de la casa de enfrente y los árboles fieles a la naturaleza y a la alta decoración urbana.


- Cuando vos digás –me dijo, su voz era grave, educada, como esas voces cínicas y permanentes.
- Esta bien, te voy a leer algo que bajé de internet y me pareció muy interesante, vos decís que sos como “una especie de marero del lenguaje de la civilización”, y que sos como “una mezcla de un artista conceptual con un escritor convencional”.
- Sí, más o menos eso es lo que soy.
- Pues para empezar con esta suerte de entrevista-conversación, ¿podrías contarme alguna anécdota de tu niñez?
- Bueno, en mi casa de la zona 6 de Mixco tenía una colección de revistas gigante, habían de Archi, La pequeña Lulú, Mortadelo y Filemón, muchos…, no recuerdo cuántos más; y pues en cierto momento no quise saber nada de todos ellos, guardé como por un año las revistas en una valija muy grande, de viajes. Después de ese tiempo, me volvieron las ganas de leer mis revistas y, ansioso, fui hasta la valija y al abrirla encontré una enorme rata –me enseñó con las manos su tamaño –con una fila de ratoncitos, que deshicieron mi colección con tal de hacerse un nido, estaban postrados en el pica-pica de mis revistas. Me recuerdo que cerré la valija, la llevé al techo y le prendí fuego.
- ¿Fue en el techo?
- En la terraza de mi casa, y sentí como si fuera una ceremonia, la incineración de una época para dejar la ignorancia (o quizás la realidad) atrás; además la rata es un animal que detesto. En algún poema de Los nombres ocultos escribí que me complace escuchar el chillido de las ratas...
- Revisé algunas de las entrevistas que te han hecho en medios internacionales y me gustó una pregunta, que quisiera planteártela así, de nuevo: ¿La palabra es el pez o aún es el anzuelo?
- Esa entrevista no me la hizo ningún medio, fue un amigo, el Erick. Aquella vez contesté que era el anzuelo. Yo creo que ahora es el pez, como un pez globo que se convierte en piedra; un pez que se inflama y luego se queda fijo, imagínate que la palabra es el mar y el pez termina siendo una roca colorida más, adentro de un arrecife luminoso.
- Me di cuenta en otras entrevistas que decís un discurso poético lleno de imágenes, estas imágenes las sentís, las ves o...
- Me las imagino, pero es algo volátil, que se esfuma.
Una mesera llega hasta Alan con una cerveza y una copa de cristal. Sonríe, la noche va lenta. Endulzo mi café con dos cucharadas colmadas de azúcar, (algo que le llama la atención a Alan, pero no me dice nada). Hasta ahora hemos conversado entre preguntas, me ha dicho que su madre soñó alguna vez con ser escritora, que ahora lee mucha literatura en parte por él. En la terraza donde conversamos hay un grupo de señoras sentadas detrás nuestro, y los meseros, pulcros y cordiales no se detienen entre los pasillos.
Alan me cuenta sobre un libro suyo que está en proceso, y me dice que en gran medida su blog
[3] es el lado B de ese libro. Yo le hago algunos comentarios que pensaba dejar para después, pero dado el momento, le digo que su trabajo me interesa porque contiene muy buen material narrativo que me ha ayudado para ver desde ahí posibilidades para lo que yo mismo escribo. Me habla de su juego de invisibilidad, del gran deseo de permanecer en el anonimato para poder hacer su trabajo, de la vacuidad. Le digo algo sobre su texto en el que se nombra Ex Poeta y me dice que es un juego que empezó por otro poeta que ha trabajado todo el tiempo con esa actitud[4]; le hablo de la calidad lúdica de sus textos y me dice “lo lúdico es lo lucido, y creo que si jugáramos más en esta sociedad seríamos mas sanos mentalmente; reírnos y aprender, el aprendizaje siempre ha sido mejor si es entendido como juego”. Vemos pasar unas mujeres y Alan me dice lo importante que ellas han sido y son para su vida, me dice algo sobre el amor. Hablamos de Jorge Amado y sus novelas, de los gustos sexuales, le pregunto sobre las mujeres latinoamericanas. Conversa con pasión y como si fuera tejiendo una red, metódico, con una ingenuidad magistral de poder saltar de una imagen a otra sin temor al error o a la incomprensión, seguro de su intuición. Logra entablar una conversación profunda pero relajada, como la magistral trompeta de Miles Davis; y termino haciéndole la pregunta que pensaba dejar para el final.
- ¿Qué pensás del mundo, ahora que has viajado por América y Europa, creés que cabe la posibilidad de que la poesía se expanda a pesar de los medios de comunicación y sus estrategias de mercadeo rancio, o que la poesía disminuya hasta ser nada más un recuerdo de una civilización que no pudo trascender su propio egoísmo.
- Esa es la mayor pregunta. La revolución, como la hemos conocido, es una ficción colectiva, que al materializarse siempre termina en decadencia, pues no modifica el estado de conciencia anterior. Hay un libro de Úrsula K. Leguin (comentado por Fredric Jameson), donde plantea que la utopía está condenada a fracasar como materialidad, que un sueño al ser cumplido desarrolla su propio reverso como pesadilla. Entonces, creo que ahora quedará buscar nuevas formas de vida a través de la ficción y eso tiene que ver con la poesía. Todo se arruinó, es lo que veo. Obama es el hombre que ahora pretende, quizás en vano, salvar ese modelo de humanidad, que se ha perdido. A ver cómo nos va. Pero en el futuro la nueva conciencia humana será el juego. La telepatía será una realidad alternativa, los libros quedarán obsoletos, porque nos contaremos las historias con el pensamiento y uno se la confiará al otro, hasta armar grandes sagas. Esto corresponderá siempre a una lucha contra el establishment, contra el modelo de humanidad arruinado. Mira ahora al Fidel, decrépito, vestido con tenis y un traje deportivo rojo, me parece que eso es un poco distópico. Por otro lado, el tiempo no está acabando, apenas está empezando.
- Has dicho que has leído cuatro veces el Popol Wuj.
- Sí, cuatro traducciones distintas; el Popol Wuj me ha marcado, necesito leerlo, sé que también fue así para Miguel Ángel Asturias, para Cardoza, uno se identifica con la Guatemala de ficción cuando está lejos.
Hablando de eso estábamos cuando se oyó un estruendo. Yo no pude ver bien por la distancia. Un mesero cayó al suelo, agua por todos lados, un florero quebrado, las flores tiradas a la par del hombre. Alan trató de levantarse, pero vimos que muchas personas fueron en su ayuda.
- Mirá, justo hablando del fin y ahí el símbolo. El hombre que cae y se levanta, dignamente, levanta las flores, mira, se sacude el polvo, limpia lo destruido –me dijo, como una revelación.
El camarero llegó después y le preguntamos cómo había sido. Dijo que un cliente había puesto pie y él había tropezado. Pero era cierto lo que decía Alan, el hombre no se había ensuciado, seguía limpio. Además, por un momento me pareció que tenía algo que ver con las señales que da la vida, con nuestro destino.
- No hace falta volverse paranoico –me dijo inmediatamente –solo hay que saber ver e interpretar.
- ¿Dónde empezaste a escribir Síncopes?
- Empecé en París, y lo escribí pensando en por qué no quería volver a Guatemala. Pero luego, estando en París, quería volver acá, no soportaba el invierno y estar en ese país, vivir ahí sin un centavo es casi un suplicio (risas), es un poco difícil. Con Rodrigo Rey Rosa hablamos de que ya ningún escritor latinoamericano puede vivir en París a la manera loca con la que varios hicieron leyenda; bueno, esto no es ninguna novedad, hace años que hasta escriben libros sobre eso.
- ¿Qué pasó entonces con el texto?
- Me invitaron a dar unas lecturas a México, en aquel momento, mientras vivía en Francia. Les respondí que muchas gracias, pero que no estaba en Guatemala, así que el pasaje les saldría demasiado caro, que era mejor invitar a otro. Me respondieron, muy a la mexicana “¿por qué nos respondes así, si nosotros te estamos invitando”. Y entonces me fui a México, donde me encontré a varios poetas que me han sido fundamentales, ese viaje por alguna razón fue muy especial, el trópico de Villa Hermosa, Tabasco. Ahí, en esa especie de zona intermedia, como que terminé de entender lo que quería mostrar con Síncopes, pero el libro lo concluí acá en Guatemala.
- No he leído Sincopes, es una desventaja, sólo he leído los fragmentos que has publicado en la web. Pero hablás de un lenguaje de la violencia, hablás de que querés un habla, una forma de decir Guatemala de diferente forma.
- Mirá, cuando yo me enfrenté a lo que quería decir, me di cuenta que, como en el libro La Naranja Mecánica, necesitaba reproducir una lengua violenta, construir un idioma; cuando yo digo “shic tu pus mamit”, es una onomatopeya del dolor, cualquiera imagina a uno de nuestros seres oscuros tratando de violar a alguien, eso era lo que buscaba. Es un libro violento, como La Noche de Balam Mills, pero no por temática, es el lenguaje mismo, la comunicación en sí misma muestra su violencia. Hablo de Guatemala, sí, pero como metáfora de algo total.
- Dijiste en una entrevista que ya no querés volver a escribir otro Síncopes.
- Sí, pero creo que La Noche de Balam Mills será lo último en esa clave un tanto trágica.

Ballard sonrió por primera vez, se veía su cara como la pasta de un libro nuevo. Alan dio un trago de su cerveza que se veía cristalizada como un trofeo dionisiaco. Hablamos de París.
- Es lindo París –me dijo –cuando vayás te va a gustar.
- Vi todas las entrevistas que te hicieron el año pasado en París por YouTube
[5], te vi al lado de Rodrigo Rey Rosa, gran creador, y recuerdo ese museo donde fueron a presentar sus propuestas, una belleza.
- El Quai Branly, magnífico. Todo París es un museo, cada calle, cada avenida… Tuve la grandísima suerte de poder regresar allá, ahora como un escritor, y ya no como un falso estudiante sin dinero ...
- Esto es algo de tu personalidad que me sorprendió mucho, esa forma de escribir y de movilizarte, la invisibilidad, la ilusión de estar en muchos lugares a la vez y que tus lectores lo crean. La forma en que juegas a tiempo completo con la ficción.
- Sí, la verdad es que cuando he estado en México escribo con México en la cabeza, con toda su cultura por dentro, y cuando estoy en Francia, de igual forma, pero a veces no se dan cuenta los lectores de mi blog, creo que hay gente que piensa que nunca he salido de Guatemala. Y está bien así. A veces, otros creen que vivo hace años en España, muy chistoso. Otros me imaginan en las playas de Copa Cabana, bebiendo caipirinhas, o escapando de una turba por alguna favela paulista. Busco cierta invisibilidad, moverme en diferentes planos, vivo en una dimensión donde tengo trazado lo que voy a hacer y las cosas van sucediendo. Como ves… estoy un poco loco –risas –.
- Menos mal. Creo que la lucidez se confunde con la locura.
El mesero llegó a preguntar si necesitábamos algo más. Ballard levantó una mano, pero su transparencia lo hacía impresentable y el mesero no lo notó. Le llevó otra cerveza a Alan y a mí me retiró la taza. Pedí agua. Comentamos sobre los medios de transporte, me contó que quería hacerse de una bicicleta para movilizarse por Sao Paulo. Me habló más de su libro. El viento fuerte y frío nos levantó por fin. Me queda pensar que Alan es un mito, que nunca llegó a la cita, o pensar que el único real era J. G. Ballard, o creer en todo, hasta en los símbolos de esa noche en Sophos.
Ballard se quiso levantar de la silla, pero no pudo seguirle los pasos a Alan, así que lo vi caminar muy despacio tras de nosotros.
En las gradas eléctricas, al despedirnos, recordamos con risas, el texto de Javier Payeras
[6], en el que habla de los escritores, sus viajes, los congresos literarios, las mujeres, que hay algunos que hasta se creen unos “poetry rock stars”, y Alan sonrió abiertamente.
- Por lo menos uno que lo haga –me dijo un poco resignado con su suerte. –O uno que se lo crea
[7].
- Sí, por lo menos que uno lo haga y se lo crea –le respondí.


Guatemala 8:30

Lester Oliveros Ramírez 26/03/09
[1] http://javierpayeras.blogspot.com/2008/08/retrato-hablado-de-la-literatura.html
[2] James Graham Ballard (1930) es un escritor británico de ciencia ficción. Un gran número de sus escritos describen distopías. Autor del libro Crash, que también fue llevado al cine.
[3] http://alanmills.blogspot.com/
[4] Jose Angel Cuevas
[5] http://alanmills.blogspot.com/2008/11/tranger-un-jour-tranger-toujours.html
http://alanmills.blogspot.com/2008/11/paris.html
[6] Yo pensaba que nos referíamos al texto “Retrato del Mal”, pero Alan me aclara, al revisar esta entrevista, que él estaba pensando en el cuento “Variaciones a Raymond Chandler en un encuentro internacional de escritores”…De Javier también comentamos Afuera. Alan me contó que alguna vez Javier Payeras le había dicho “si los judíos tienen su carta al padre, los latinos tenemos, ahora, nuestra carta a la madre”.
-
[7] “Aunque eso, ese estrellato, en realidad siempre será ficción y hasta una distopía. La verdad es que sólo el amor nos salva…”-me comentó Alan, también al revisar esta entrevista.
Publicada en el diario La Hora 18/04/09

Wanna Be (PROSA RECORTADA)


Wanna Be
(prosa-(re)-cortada)
Para que pueda ser he de ser otro, salir de mi.
O. Paz


Siempre fui otro entre tu cuerpo,
alguien de quien nunca supe un nombre,
un actor.

Bajo las sábanas manchadas de sangre encontré
los extravíos,
ya sabes eso que dicen,
que hay que escribir un libro para empezar a escribir
una novela,
los poemas son retazos de tu propio cuerpo y
caminas mutilado,
ya no sos el de hace años,
ahora eres otro,
no sé bien quién eres,
-talvez el espejo de una sala-,
talvez el reflejo en una vitrina.

Siempre fui otro personaje con vos,
alguien que copié de una película vieja,
quizás de una novela de Hemingway,
o talvez algo peor, una simple copia
al carbón de algo que quise ser para transgredir
mis propias leyes.

Ese otro soy ahora,
ese ha ido desplazando la memoria,
ni siquiera sé si vale la pena tratar de recordar,
tratar de revivir, a alguien tan extraño.

Picto—grafías

Hace años, Javier Payeras me dio el consejo de leer el ABC of Reading de un exiliado norteamericano en Paris, llamado naturalmente: Ezra...