miércoles, 23 de septiembre de 2009

LAS CIEN PUERTAS Y UN LIBRO DE JURACAN


Me enseñó a soñar, y ahora no me deja dormir.
Grafiti I


La imaginación al poder.
Grafiti II

Lo que sé de las Cien Puertas es que está muy bien atendida por una de las hermanas del dueño original. La tía, como le decimos con cariño, es una mujer que inmediatamente uno puede llegar a querer y a darse cuenta del gran sacrificio que a sus años hace para mantener uno de los Café-Bar-Restaurant y Centro Cultural más famosos y emblemáticos del Centro Histórico. Ella es de estatura mediana, con un poco más de cincuenta años, tez blanca y una mirada amigable. Hace lo posible por atender a todos amablemente y trata de organizar a sus empleadas para que las órdenes sean entregadas pronto. Las paredes del lugar estan completamente saturadas de mensajes de clientes, turistas, o artistas; hay una reproducción de una pintura de Isabel de los angeles Ruano y un cuadro de mi gran incongnita, el maestro Ramírez Amaya. Los viernes es casi imposible la armonía de la cocina y el bar, pues se llena completamente y las meseras no llegan a tiempo o equivocan la orden en el peor de los casos; siempre es así, y además no solo ahí, sino en todos los locales del Pasaje Aycinena porque la fiesta se desborda como si fuera el único lugar en la zona 1, accesible para disfrutar una cerveza. Pero es maravilloso, es algo que ningún extranjero se debería perder y, además, es algo que todo nacional está, en cierta forma, obligado a vivir. Una amistad en el pasaje es una amistad eterna, porque las mejores cosas que se pueden decir las dicen los poetas niños y los músicos despeinados y las malabaristas más preciosas y excentricas de la tierra; los pintores de la ternura y los escritores de la madrugada. Hace poco conocí al escritor Leonel Juracán y a una amiga que se llama Yazmin. Leonel es un escritor de los mejores, cachorro aún, venadito como diría Rosa Chavez, pero con un talento que seguramente lo llevará a donde el quiera. Yazmin en cambio es dulce y tuvo una conversación tan hermosa con una amiga mia, que yo no puedo ni reproducir acá. Ella es malabarista y performer. Lleva unas rastas largas y se parece mucho a algo que todos queremos ser, libres y felices. Estoy leyendo el libro de Juracán en Casa Cervantes, frente a mi futura mansión, tomándome un café latte como ya hace mucho no degustaba. Recuerdo entre el texto al autor de Inflamable, su mirada persistente y su risa de chucho callejero; es un verdadero amigo. No es malo admirar a nadie. Unos caen por que los empujan y a otros les gusta caer solitos. Todos somos una sombra de otros y si alguno se siente plenamente original, le falta cariño por sus amigos. Yo aprendo. No se corregir muy bien. Estoy escribiendo. Pero me hace falta algo indefinido. Pueda ser una enfermedad hereditaria. Quisiera repetir tu nombre acá y saber, estar seguro que nos volveremos a ver. Estos son mensajes cifrados. Otra maña de paranoicos.

1 comentario:

Miss Trudy dijo...

Nada tan agradable como eso de estar leyendo y tomandose un latte en la preciosa Casa de Cervantes.

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